Josep Xicola, dueño de Fincas Corral, desaparece dejando una estela de pufos
LLUÍS PELLICER - Barcelona - 14/06/2009
Dijo que venía a "animar" la economía española, a sanear empresas y a crear empleo. Y hubo quien se lo creyó. Josep Xicola, tras tomar las riendas de Fincas Corral, pretendió hacerse hueco entre el empresariado catalán. Se paseó por los despachos de grandes compañías en apuros para ofrecerse a quedárselas, pero sin poner un euro.
Dijo que venía a "animar" la economía española, a sanear empresas y a crear empleo. Y hubo quien se lo creyó. Josep Xicola, tras tomar las riendas de Fincas Corral, pretendió hacerse hueco entre el empresariado catalán. Se paseó por los despachos de grandes compañías en apuros para ofrecerse a quedárselas, pero sin poner un euro. Disfrutaba acudiendo a salones inmobiliarios, apareciendo en diarios y televisiones y ofreciéndose a colaborar con las administraciones públicas. Pero hoy ese castillo de naipes se ha venido abajo.
El que se llamaba "el salvador" de Fincas Corral está desaparecido, declarado insolvente y siendo investigado por los Mossos d'Esquadra a raíz de denuncias y requerimientos judiciales. Se le imputan delitos de toda índole: impagos de nóminas, compras de empresas insolventes para liquidarlas con fórmulas de dudosa legalidad, quedarse con los alquileres de sus clientes...
Xicola se hizo popular en Barcelona en agosto del año pasado, cuando anunció la compra de Fincas Corral. En su despacho de la Rambla de Catalunya recibía a todo el mundo para contar sus "ambiciosos" planes, con desparpajo, descamisado. Si se le preguntaba cuánto había pagado y de dónde había sacado el dinero, se reía. "¿Crédito? ¡Bah! Yo, cash [efectivo]", decía altivo.
Se había hecho con una de las mayores redes de intermediación inmobiliaria, con 310 oficinas por toda España y delegaciones en Portugal, Andorra, Panamá, México y Hungría. Y aún así, le parecía poco. "Quiero 2.000 oficinas, y otras 700 que también despachen aloe vera para los empleados que se depriman vendiendo pisos", sostenía.
Cuando se hizo con Fincas Corral, los trabajadores llevaban meses sin cobrar. Les prometió que les iría pagando tras una reunión en la que mostró varias veces su asombro porque era agosto y había gente de vacaciones. "Muy bien, muy bien, ha ido taaan bien...", repetía. No le faltaba razón, porque incluso los sindicatos confiaban en su solvencia. "Lo creímos, pero pasaban los meses, y sólo recibíamos algún anticipo o pagarés sin fondos", explica un antiguo trabajador.
La desconfianza de los empleados se convirtió en desesperación cuando hasta Barcelona llegaron trabajadores de Nature Pack, un fabricante onubense de envases que Xicola había comprado. A pesar de que la sociedad tenía un plan de viabilidad, los empleados vieron cómo Xicola la desmantelaba. "Nos cortaron la luz, y ya fuimos a verlo a Barcelona. Y va y nos dice que nos constituyamos en cooperativa, que nos alquila la empresa", explica un trabajador.
Las oficinas de Fincas Corral pronto se quedaron también sin luz, teléfono e Internet. Y en vez de crecer, la red se adelgazaba. La historia se repetía. Y no era la primera ni la segunda vez. Dos personas que se consideran "afectadas" por los "pufos" de Xicola cuentan que el empresario se hacía con compañías en apuros asumiendo la deuda. "Él se quedaba la sociedad haciéndose cargo del pasivo y cobraba como compensación el 3% de la deuda", asegura un empresario.
Todo parecía legal. Pero fuentes que colaboraron con Xicola cuentan que se malvendía activos, agotaba los suministros de teléfono y luz hasta que dejaba de pagar o cobraba los alquileres que gestionaba sin dar la renta al propietario. Entonces desaparecía. Y en alguna ocasión, ni tan siquiera se había inscrito como administrador único en el Registro, con lo que se reclamaban las deudas a los antiguos propietarios. Todo eso, y más, está en los juzgados. ¿Cuántas veces lo ha hecho? El propio Xicola se jactaba hace unos meses de haber adquirido 300 sociedades en apuros.
"Esta vez ha sido demasiado, se expuso a la luz pública", añaden. Trató de ganarse a las administraciones cuando anunció que ponía todo el patrimonio de la firma, más de 8.000 pisos, en alquiler, o que ponía pisos para mujeres maltratadas. Y de hecho, tuvo un convenio con la Sociedad Pública de Alquiler, aunque ésta acabó por romperlo.
Xicola también recorrió grandes despachos de Barcelona. Acudió a Bruno Figueras, de quien quería Don Piso y Habitat. Y poco después, lanzó una oferta por El Caserío a Kraft. Los empresarios barceloneses pasaron de un cierto asombro a burlarse de él. "Iba a empresas para comprarlas. Y cuando le decían, 'muy bien, ¿cuánto nos ofrece y cómo nos va a pagar?', respondía: 'Yo no pongo dinero, yo pongo ilusión'. ¡Y tan ancho!", afirman fuentes empresariales.
Hoy Xicola ya no pasea por la zona de negocios de la capital catalana. Acumula requirimientos judiciales a los que no responde porque la Seguridad Social embargó parte de su sede social, que está desmantelada. Todos sus números de teléfono habituales ya no existen. Juzgados de Zaragoza, Bilbao, Sevilla y Barcelona han declarado a la empresa "insolvente" y en "ignorado paradero". Y así sigue.
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