Los gobiernos no los tumban ni la prensa, ni los jueces (ni la alianza entre ambos); los tumba la sociedad
Un calambre recorre la España progresista, estupefacta ante la resistencia del Partido Popular a los ácidos del caso Gürtel. Lejos de perder votos por los trajes supuestamente regalados a Francisco Camps y por las cabriolas de Mortadelo y Filemón en la Comunidad de Madrid, el PP ha conseguido el 52,3% de los votos en tierras valencianas y el 48,6 % en el distrito federal, con una participación claramente superior a la media española y quince puntos por encima de la pálida desafección de los catalanes.
No hay que ser ningún lince para llegar a la conclusión de que Baltasar Garzón y Leire Pajín han movilizado a los electores del PP, sin despertar el ánimo justiciero de la mayoría. ¿Cómo es posible? ¿Acaso son insensibles los madrileños? ¿Acaso son amorales los valencianos?
No tardaremos en leer amargas analogías entre la Valencia de El Bigotes y la Italia de Berlusconi, comparación que presenta un agravante, puesto que las alegres muchachas de Villa Certosa han provocado un repliegue del electorado católico italiano.
De los pecats del piu, Nostre Senyor se'n riu, dejó dicho Sant Vicenç Ferrer en el siglo XIV. La manga es ancha en Valencia desde tiempos inmemoriales; desde mucho antes de que los hombres vistiesen trajes a medida.
Pero hay una analogía posible, sí. Al igual que en Italia, la justicia justiciera y la prensa denunciante han acabado formando una coalición demasiado evidente en el caso Gürtel. Es aconsejable releer estos días la historia del proceso Mani Pulite (Manos Limpias). Al principio, su impacto social fue grandísimo. El ministro de Exteriores Gianni de Michelis, acusado de corrupción, estuvo a punto de ser arrojado al Gran Canal de Venecia. A Bettino Craxi la gente le lanzaba monedas por la calle. La fiebre popular bajó al hacerse muy visible la orientación política de la magistratura y su santa alianza con la prensa. El fiscal Antonio di Pietro, tribuno de la plebe, dirige hoy un partido.
La gente no es tonta. Y sólo por tres trajes bien planchados no cae un gobierno.
Fuente:http://www.lavanguardia.es
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