31, Mayo, 2009
Como cristiano esencial, español convencido, murciano y yeclano por amor y cuna, se autodefinió el Académico Don Miguel Ortuño Palao en la presentación del Libro-Homenaje que la Real Academia Alfonso X el Sabio le ha dedicado con toda justicia. El acto tuvo lugar en el Auditorio municipal de Yecla, abierto de nuevo al público tras tres años de obras y hallazgos arqueológicos de alcance. Añadió, además, como identidad básica, la impar vinculación familiar que le confiere raíz de sangre y afecto, fuerza para continuar y ánimo para proseguir con el rigor y la dedicación a todo lo que requiere su esfuerzo investigador en todas la humanidades, locales y universales.
Autoridades yeclanas, amigos, investigadores de humanidades como él mismo, sus compañeros académicos de la Real de Alfonso X el Sabio y gentes del pueblo de Yecla, le acompañamos en la celebración, más que homenaje –según el Excmo. Sr. Director de la R.A.A.X, Don Francisco Calvo García-Tornel-; celebración que sobre la emotividad propia del evento, destiló la gran humanidad del “celebrado”. Miguel Ortuño, junto con su mujer, Carmen Ortín, ha sembrado Yecla de amor por las humanidades todas, desde la arqueología, a la Literatura y la Historia. Numerosos yeclanos han sido discípulos suyos, y son parte de la evidente pujanza de la Yecla letrada, a la par que la Yecla industrial, ejemplo para todo el país de renovación y creación de riqueza.
Es muy honrado acudir a Yecla y sentirse testigo de la devoción de una ciudad por alguien que ha triunfado en el mundo de la investigación en humanidades, así como en la batalla del cariño por los suyos. Miguel Ortuño es un Caballero Español, a la antigua si se quiere, pero sin nada del orgullo basado en la prosapia y los blasones. Sus méritos son sus trabajos, y el amor al estudio inculcado en sus discípulos. Sabio y prudente: tales son las cualidades que el pueblo español ha conferido siempre a quienes admiraba. Séneca o San Isidoro cumplían también ambas dimensiones, y aunque bien conozco la distinta difusión universal de sus personalidades, nada me impide a mí parangonar estas tres figuras en esas dos raíces de lo humano. Don Miguel Ortuño ha llegado al oro de la sabiduría, partiendo del cobre del conocimiento, y en cuanto a prudencia, baste anotar la sencillez, con que saludaba a los innumerables convecinos que acudieron para abrazarle. Vale.
Santiago Delgado