"Los ejes de la historia nunca pueden separarse del espacio y el tiempo" introduce la catedrática de Prehistoria Teresa Chapa Brunet, en esta segunda conferencia del ciclo dedicado a pueblos prerromanos. Los iberos habitaron en la vertiente mediterránea de la península (extendiéndose hasta la actual Cádiz y el sur de Huelva) desde el 600 a. C., con las primeras fundaciones fenicias, hasta su desaparición con el dominio romano en el siglo III a. C. El término Iberia designó al territorio peninsular, un espacio multicultural cuyos habitantes, en la antigüedad, nunca fueron denominados “iberos” sino que se les reconoció como grupos humanos diferenciados: ausetanos, ilergetes, edetanos, contestanos, bastetanos y túrdulos, entre otros.
Conferencia del ciclo “Iberia antes de Roma”
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5 de diciembre de 2017
Fundación Juan March, Madrid
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Las poblaciones de lo que actualmente son los territorios de España y Portugal fueron invadidas por pueblos que llegaron desde el Este hace 4500 años. El efecto de este evento fue tan grande que la línea masculina local desapareció casi toda inmediatamente. Esa fue la conclusión a la que llegó un análisis genético presentado el último sábado en el New Scientist Live en Londres, Reino Unido.
De acuerdo al estudio realizado por David Reich de la Harvard Medical School en Boston, Massachusetts, hace aproximadamente 5000 mil años un nuevo grupo de humanos llegó a Europa y entró en conflicto con las poblaciones existentes.
La cultura Yamna
La nueva población surgió "en el lejano este de Europa en las estepas al norte de los mares Negro y Caspio", dijo Reich. Los arqueólogos los llaman la cultura Yamna o Yamnaya y vivieron del pastoreo. "La rueda había sido inventada poco antes y el caballo domesticado", dijo Reich. Los Yamnaya engancharon caballos a los carromatos y los utilizaron para transportar suministros a través de las estepas, lo que les permitió cuidar grandes rebaños y explotar la estepa mejor que nadie.
Antes de que surgieran los Yamnaya, existían una gran cantidad de culturas diferentes en la estepa, cada una de las cuales dejó artefactos distintivos. La mayoría de estos grupos desaparecieron y fueron reemplazados por una cultura Yamnaya homogénea.
"Estas personas se extienden por un vasto territorio desde Mongolia a Hungría y Europa, y son los principales contribuyentes primarios más importantes para los europeos de hoy", dijo Reich. Solo después de la llegada de los Yamnaya, los genomas antiguos comienzan a parecerse a los de los europeos modernos. Reich también sugirió que las lenguas indoeuropeas, un vasto grupo que incluye la mayoría de las lenguas europeas modernas, fueron traídas por primera vez a Europa por el Yamnaya.
Por la misma época, la gente en las cercanías de España comenzó a fabricar vasos distintivos. Estos parecen estar asociados con un conjunto de creencias religiosas, conocida como la cultura Bell Beaker. Primero se difundió de boca en boca, hasta que los Yamnaya entraron y la adoptaron, y en ese punto se convirtió en un marcador de su expansión.
El equipo de Reich examinó lo que sucedió en la península Ibérica y encontró que los descendientes de Yamnaya comenzaron a mezclarse con los lugareños desde hace 4000 años. La población resultante tenía un 40% de ascendencia Yamnaya y un 60% de ascendencia local.
Los detalles fueron mucho más violentos
Sin embargo el equipo encontró un cambio dramático en los cromosomas Y, que solo son portados por los hombres. "Hay un reemplazo completo del cromosoma Y", dijo Reich. El ADN de los varones originales desapareció del conjunto de genes. "Eso significa que los hombres que ingresaron tuvieron acceso preferencial a las mujeres locales, una y otra vez", dijo Reich.
La conclusión a la que llegaron los investigadores es que pudo tratarse de una conquista violenta, en la cual un ejército invasor mata o esclaviza a los varones locales y toma a las mujeres locales por suyas. "La colisión de estas dos poblaciones no fue amistosa, ni siquiera igual, sino que los varones de fuera desplazaron a los locales y lo hicieron casi por completo", dijo Reich.
¡Hola! En este vídeo vemos cuál sería la situación de un hipotético estado formado por la unión de los países que se encuentran en la Península Ibérica: España, Portugal y Andorra, pero también incluimos a Gibraltar. Este estado se llamaría Iberia.
Así, vemos su posición en el mundo a nivel de territorio, extensión, riqueza, producción, población o fuerzas armadas, así como sus características internas y lo que aportaría cada estado.
Te recuerdo que esto es simple ficción e hipótesis, en ningún momento hay presente una finalidad política.
La historia de España y Portugal se asemeja a la de dos viejos vecinos que comparten parcela en viviendas adosadas y una pared común de 1.214 kilómetros de larga, pero que apenas se conocen, se hablan poco y procuran ignorarse mutuamente. A excepción de los 60 años que transcurren entre 1580 y 1640, en que compartieron monarquía, España y Portugal han llevado sus vidas de forma independiente. No han faltado, sin embargo, a lo largo de la historia, las voces de quienes han reclamado la creación de un proyecto común, sobre todo a partir de mediados del siglo XIX. Un libro de Sinibaldo de Mas, “La Iberia”, desató pasiones en 1.851 tanto en Lisboa como en Madrid. Intentaba demostrar las “ventajas políticas, económicas y sociales de la unión de las dos monarquías peninsulares en una sola nación”. En 1876 Pi y Margall publicó “Las nacionalidades”, en donde hacía una defensa a ultranza de la unión federal de los dos estados, y en 1881 Garrido publicó “Los Estados Unidos de Iberia”, en el mismo sentido. En el siglo XX los movimientos unionistas decayeron un poco, pero en estos inicios del siglo XXI parece que la fiebre vuelve, sobre todo tras la incorporación de ambos países de la Europa unida. La nueva Iberia, si se formara, sería el país más grande de la Unión Europea y continuaría siendo el quinto más poblado, pero con sesenta millones de habitantes, una población en sintonía con países como Francia, Reino Unido e Italia. Un sondeo realizado por el diario “El Sol” en 2006 indicó que el 28 % de los portugueses eran partidarios de la unión de los dos países. Tres años más tarde, ese porcentaje se amplía hasta el 40 %, según el Centro de Análisis de la Universidad de Salamanca. Los españoles, por su parte, lo ven bien en un porcentaje que se acerca al 30 %. Y esto no ha hecho más que empezar. Tanto los dirigentes políticos españoles como los portugueses no son ajenos a este nuevo sentimiento ibérico, y así los lazos entre ambos países se estrechan cada vez más. Compartimos ya importantes infraestructuras de transporte terrestre y colaboramos en proyectos comunes de desarrollo energético, industrial, comercial y administrativo. El camino de la unión parece despejado. No sé si Saramago verá cumplido su viejo sueño, pero lo que parece claro es que el sueño algún día se hará realidad. Y no pasará tanto tiempo. Bienvenida sea la Unión Ibérica, Iberia, Espagal o Hispania. O simplemente España, la nueva España, estado federal surgido de la unión de los antiguos estados español y portugués integrado por dieciocho, que no diecisiete, comunidades autónomas y dos ciudades autónomas.