BY · 20/02/2016
La democracia moderna, con todas sus pestilencias, es el mejor sistema para dinamizar y ajustar la convivencia humana.
En el pasado siglo otros sistemas, como el fascismo o la dictadura del proletariado, suscitaron la simpatía de amplios sectores sociales. Eran años difíciles, llenos de contradicciones, en los que el capitalismo parecía incapaz de aportar soluciones. Europa era en esos momentos el caldo de cultivo ideal para que un partido de proletarios como el NSDAP (Partido Nacional Socialista Obrero Alemán) se convirtiera en una maquinaria perfecta de destrucción masiva en manos de Adolf Hitler. ¿Cómo se explica ese fenómeno?
Hitler necesitaba calar en amplios sectores sociales, atraer a hombres, mujeres (fueron sus más fervientes seguidores), jóvenes, ricos, pobres, ocupados y desempleados. Adaptó el lenguaje, los modos y la etiqueta a cada grupo, a cada sector, para contentar a todos. Al obrero le prometía acabar con la explotación obrera; al industrial, seguridad ante la amenaza comunista. Las clases humildes, más receptivas, fueron reclutadas con facilidad. Los agricultores porque, acuciados por las deudas, se sentían amenazados por la expropiación comunista. Los trabajadores, porque se sentían explotados por la clase empresarial y porque estaban muy perjudicados por la inflación y el alto desempleo.
Hoy se dan las condiciones perfectas para ajustar mal la complejidad social, el separatismo, la crisis económica, la corrupción y el sistema parlamentario.
Los pensionistas, con ingresos garantizados, comulgaban con las ideas socialistas de Hitler y se oponían al comunismo marxista. Los nobles se vieron protegidos de la masonería y obtenían garantías de que sus tierras no serían expropiadas. Las élites económicas, que desconfiaban de las ideas socialistas, y los comunistas, poco pudieron hacer para detener los planes de Hitler, apoyado por la SA y la masa. Las elecciones de 5 de marzo de 1933 otorgaron al NSDAP el 43,91% de los votos; el 23 del mismo mes, se aprobaba la ‘ley habilitante‘ que acabaría con la democracia parlamentaria y convertía a Adolf Hitler en un dictador constitucional.
Los pensionistas, con ingresos garantizados, comulgaban con las ideas socialistas de Hitler y se oponían al comunismo marxista. Los nobles se vieron protegidos de la masonería y obtenían garantías de que sus tierras no serían expropiadas. Las élites económicas, que desconfiaban de las ideas socialistas, y los comunistas, poco pudieron hacer para detener los planes de Hitler, apoyado por la SA y la masa. Las elecciones de 5 de marzo de 1933 otorgaron al NSDAP el 43,91% de los votos; el 23 del mismo mes, se aprobaba la ‘ley habilitante‘ que acabaría con la democracia parlamentaria y convertía a Adolf Hitler en un dictador constitucional.
Demasiadas similitudes con la situación que vivimos actualmente en España. Hoy se dan las condiciones perfectas para ajustar mal la complejidad social, el separatismo, la crisis económica, la corrupción y el sistema parlamentario.
La historia nos enseña que no existen atajos. Nos enseña que la democracia moderna, con todas sus pestilencias, es el mejor sistema para dinamizar y ajustar la convivencia humana. Nos enseña que la democracia no es perfecta y no puede serlo ( si no dejara margen para el cambio sería imperfecta). Se construye y reconstruye permanentemente. En definitiva, en palabras de S. Pániker, la democracia consiste en la permanente lucha por la democracia. Y, dile a la historia que se equivoca
José SIMÓN GRACIA
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fuente: http://josesimongracia.es/
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