Limonea el otoño
las verdes monedas
de los álamos del río.
El agua discurre o susurra,
mañana del domingo.
De la mano pasean,
-Alameda de Blanca-
el día nublado y su novia de frío.
(no se gasta la hermosura de un paisaje
porque lo miremos;
se muere cuando la damos al olvido)
¡Ay, Alameda del Río,
más allá de mis cenizas
quiero que llegue, de ti
este grato recuerdo mío!
Por eso lo memoro
a solas, y le hago verso
antiguo que rimo,
para que pueda
-tras vencer al tiempo-
alcanzar algunos ojos,
otros que los míos.
Santiago Delgado
13-12-09
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