Como un árbol de espesa,
ubérrima fronda, risueña de pajarillos
y sonora de brisas,
al que siguiéramos con la mirada
robusto tronco abajo.
Y descubriéramos que hay un hueco,
un vacío transparente
hasta reiniciarse la firme
continuidad del tronco,
a escasa distancia ya del suelo,
en donde agarran las raíces, poderosas,
que, de manera mágica
y a través de la discontinuidad observada,
nutrieran, sin embargo, aquella fronda en lo alto.
Así, así,
así es la misteriosa relación
entre nuestras sensaciones, las raíces,
y los sentimientos, en lo más alto de la enramada.
Advertimos sensaciones y vivimos sentimientos.
Nada los une aparentemente. Pero son el mismo árbol.
Santiago Delgado
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