“Por un problema de principios y valores yo soy pro vida y en nuestro futuro gobierno vamos a defender siempre la vida y especialmente la de un ser indefenso como es la del que está por nacer.” (…) “Reafirmaremos un compromiso total con el respeto a la vida, desde su concepción hasta la muerte natural. Rechazaremos la legalización del aborto en cualquiera de sus versiones, así como la eutanasia.” (…) “La doctrina de Marx y Engels es esencialmente totalitaria. No hay compatibilidad posible entre ser marxista y ser demócrata. En definitiva, no existe conciliación posible entre marxismo y libertad.” Son algunas declaraciones de Sebastián Piñera, el candidato liberal-conservador que acaba de ganar las elecciones presidenciales en Chile.
Este señor se ha convertido en el vencedor en esas elecciones con un 51,61% de los votos, más que cualquier partido político en unas elecciones generales en España en los últimos 30 años (en 1982, el PSOE de Felipe González consiguió un 48,11%). Piñera ha conseguido esa rotunda victoria electoral defendiendo unos principios que aquí le convertirían en víctima de la inquisición progre. Por poner un ejemplo, Piñera defendió la misma realidad social y jurídica que respetaron todos los gobiernos de la democracia hasta la llegada de Zapatero (también los del PSOE durante 14 años de felipismo), y cuya defensa ahora en España se ha convertido en motivo de acoso por parte de la izquierda:
“Nuestro objetivo será fortalecer la familia y el matrimonio, que por esencia es la unión entre un hombre y una mujer que se complementan para formar un hogar.”
Piñera, obviamente, tiene ideas que no suscribo ni por asomo, como sus referencias al “calentamiento global” (un término que por pudor ya no se atreven a usar ni los propios “calentólogos”). En todo caso, en el terreno de los principios Piñera le da mil vueltas a Rajoy. ¿Os imagináis al presidente del PP desafiando a la casta funcionarial afirmando, como lo ha hecho Piñera, que “cuanto más se acerque el Estado a ser el único empleador o fuente de ingresos para las personas, más próximo se estará al control de éstas por los detentadores del poder político”?
En fin, no voy a pedirles a nuestros amigos chilenos que nos cambien a Piñera por Rajoy, pues no le deseo mal alguno a un pueblo hermano que ha demostrado tanta madurez democrática. Tampoco voy a pedirle a don Mariano que imite a su homólogo sudamericano, porque hace tiempo que di al compostelano por caso perdido. Ojalá en la derecha democrática española surgiera una figura con tanta alopecia lingual (es decir, sin pelos en la lengua) como Piñera. Qué envidia me dan los chilenos…
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