Un gobierno de cuota frente a un gobierno de los mejores. Un Ejecutivo montado en base a criterios electoralistas, frente a un gabinete de alto capital humano. Un gobierno con seis ministros graduados en Harvard o en Chicago frente otro con dos de sus miembros sin estudios conocidos. La España de Zapatero versus la Chile de Bachelet y Piñera.
Las comparaciones son odiosas, pero la realidad es tozuda. La formación del nuevo Gobierno de Chile a manos del conservador Sebastián Piñera vuelve a demostrar a cuántos años luz están algunos líderes políticos de otros. O lo que es lo mismo, lo poco que valora José Luis Rodríguez Zapatero la excelencia profesional y la alta formación académica a la hora de nombrar a sus equipos de gestión, frente a la seriedad aplicada por otros.
El bajo perfil internacional de un gobierno como el español sonroja si se compara con el que acaba de jurar su cargo en Chile. Frente a los seis ministros chilenos con PhD (máximo grado universitario) o doctorados en Económicas por Harvard, el gobierno español se permite el lujo de encargar a dos personas sin formación conocida (Celestino Corbacho y José Blanco) la gestión de dos de las carteras más decisivas a la hora de salir de la crisis, la de Trabajo y la de Fomento. No sólo eso, en el ejecutivo chileno, todos sus miembros tienen un doctorado, un MBA o un master.
¿Hasta qué punto importa la formación especializada, la excelencia, en la dirección económica de un gobierno? La pregunta se la hacía hace unos días el economista Luis Garicano, reputado profesor de Economía y Estrategia de la London School of Economics en un artículo que comparaba la formación académica y profesional de los gabinetes entrante y saliente de Chile con el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero.
Otros datos sonrojantes. En el gobierno de la ex presidenta Michelle Bachelet había también tres doctores en Economía por universidades americanas, una doctorada en París, tres ministros con masters en el extranjero (Harvard, Johns Hopkins y Heidelberg), otro con una licenciatura en el extranjero (Wash University) y varios con formación de postgrado en su propio país. Y, sobre todo, contaba con un peso pesado, como destaca el propio Garicano, como el ministro de Economía, Andrés Velasco, “considerado un economista de primera talla en todo el mundo, doctor en Columbia, Catedrático en Harvard y autor de una serie de publicaciones muy influyentes sobre flujos de capitales y crisis financiera”.
Un gobierno de bajo perfil académico
Rodríguez Zapatero no destaca en la gestión de recursos humanos y nunca ha valorado especialmente la formación de sus ministros, ni se ha preocupado porque sean primeras figuras en sus respectivos ámbitos. Ni siquiera ha valorado mucho que sepan inglés y otros idiomas. Los ha nombrado y cesado más por decisiones puramente electorales que por otras razones más objetivas.
El mismo Zapatero es, ante todo, un profesional de la política que ha antepuesto el partido a la actividad privada, que ha preferido escalar puestos en las filas del PSOE a labrarse una alta especialización de postgrado. Por eso, tampoco aprecia especialmente que sus subordinados formen parte de la elite intelectual.
Ahí están, por ejemplo, los casos de Pedro Solbes y David Vegara, que abandonaron el Gobierno por sus diferencias de calado con el presidente, pese a contar con un expediente académico y profesional notable y con estudios tanto dentro como fuera de España. Hay que recordar que Solbes es doctor en Ciencias Políticas, licenciado en Derecho y diplomado en Economía Europea por la Universidad Libre de Bruselas, mientras que Vegara, licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Barcelona, estudió también en la prestigiosa London School of Economics.
En su lugar, el presidente optó por la más complaciente Elena Salgado, ingeniera industrial, licenciada en Económicas y Máster en Métodos Cuantitativos de Gestión. Un perfil también notable, aunque mucho más discreto que el de su mano derecha, el secretario de estado de Economía, José Manuel Campa. Campa es PhD en Económicas por la Universidad de Harvard, MA en Económicas por la misma universidad, además de licenciado en Derecho y Ciencias Económicas.
El resto del Consejo de Ministros está formado por un buen puñado de licenciados en diferentes ramas del saber y por numerosos doctores en Derecho. Pero casi nadie brilla con luz propia. María Teresa Fernández de la Vega es licenciada en Derecho y está titulada también por la Universidad de Estrasburgo. Manuel Chaves es doctor en Derecho; al igual que Francisco Caamaño; Alfredo Pérez Rubalcaba lo es en Ciencias Químicas y Ángel Gabilondo, en Filosofía. Por su parte, Miguel Angel Moratinos es licenciado en Derecho y en Ciencias Políticas; Elena Espinosa, en Ciencias Económicas y Empresariales; Carme Chacón, en Derecho, al igual que Beatriz Corredor; Bibiana Aído, en ADE (aunque realizó parte de sus estudios en la Universidad de Northumbria, en Newcastle) y Ángeles González-Sinde, en Filología Clásica.
Sebastián y Garmendia elevan la media
Destacan y elevan la media de capital humano por encima de los demás Miguel Sebastián y, sobre todo, Cristina Garmendia. Sebastián es licenciado en Económicas y Empresariales y Doctor en Economía por la Universidad de Minnesota, mientras que Garmendia es doctora en Biología y Executive MBA por el IESE.
“¿Están las dos cosas, el éxito del gobierno y la formación profunda, relacionadas?”, se preguntaba Garicano en su artículo. “¿Ayuda tener un ministro de economía brillante y conocedor de los problemas económicos a los que se enfrenta?”. El propio economista razona su respuesta. “No es completamente obvio. Por un lado, claramente hay una faceta técnica del trabajo. Por ejemplo, la decisión de subir el IVA requiere considerar y evaluar varios aspectos relativamente complejos, como el coste de la restricción presupuestaria, el impacto sobre el crecimiento económico, la incidencia del impuesto. Por otro lado, el trabajo tiene un aspecto político- es necesario vender el impuesto, es necesario convencer a los ciudadanos, y ello puede requerir un perfil político”.
“Obviamente, no hace falta tener 6 PhDs en el gobierno, como en el gabinete de Piñera, pero yo pienso que el coeficiente intelectual ayuda, y la educación también”, explica Garicano. “Los problemas a los que se enfrenta el gobierno de España no son sencillos; el poder leer un artículo del WSJ, el poder entender un análisis de Expansión, o del servicio de estudios del BBVA o del Banco de España, el poder entender lo que es una senda de crecimiento sostenible, el entender que hace que una deuda sea explosiva o no, parece, desde el sentido común, que tiene que ayudar”.
“En fin”, concluye, “que no se trata de dejar todos los problemas en manos de PhDs de universidades extranjeras- reconozco que mi deformación profesional me lleva a pensar que más educación, más exposición al mundo y más preparación suponen mejores resultados, y es claro que no siempre es así. Y, si, lo se, los tecnócratas de Kennedy (the best and the brightest) metieron al país, con todas sus certezas y sus análisis, en la guerra de Vietnam. Pero los problemas a los que se enfrenta el gobierno de España no son sencillos- yo personalmente preferiría que la decisión sobre si el IVA debe o no subir la tomara el gabinete de Chile- el entrante, o el saliente”.