A Pedro Sánchez le gusta jugar … y perder
Saben aquel que diu:
—Me encanta jugar al poker y perder.—¿Y ganar?.
—¡Osti tú, ganar debe ser la hostia!
—Me encanta jugar al poker y perder.—¿Y ganar?.
—¡Osti tú, ganar debe ser la hostia!
El chiste, muy antiguo, es del gran Eugenio. Me acordé de él a raíz de la intervención de Pedro Sánchez en el primer debate de la investidura fallida de Rajoy. Debate al que asistía el líder socialista con unas cartas de mano considerable: comodín y doble pareja. Podía jugar a izquierda, a derecha, a hombre de Estado, a sus anchas. Sin embargo, se empeñó en ganar un póker de fracasos. Como si le encantara jugar y perder.
El primer fracaso lo cosechó con su actitud agria, desagradable, displicente, impropia de un parlamentario. No la compararé con la de Rajoy, ni con la de Rivera, que estuvieron a años luz. Pero sí con la de un Pablo Iglesias severo y duro pero que, sin embargo, supo ser cordial. ¡Qué gol le metió, en este sentido, el ‘rapero’ Pablo al jugador Pedro!
El segundo, con su incoherencia. No facilitar la investidura -legítimo pero muy discutible tras la doble convalidación ciudadana a la candidatura de Rajoy-, negarse a negociar con formaciones de izquierda y nacionalistas -pese a recibir ofertas de ambos- y rechazar unas terceras elecciones sin ofrecer alternativa, es, en mi modesta opinión, un acto, además de incoherente, profundamente irresponsable.
El tercero, con el silencio. Con su actitud intransigente, lejos de satisfacer a su partido, de afianzar su liderazgo, Pedro Sánchez ha logrado el silencio de los suyos, ese silencio que, como el de la mar en retirada, presagia la llegada de un tsunami.
El cuarto, con su desprecio. A la ciudadanía, en general, y a los votantes del PP, en particular. Los ciudadanos, en las dos últimas convocatorias electorales, han otorgado, mayoritariamente, su confianza a las candidaturas del PP. Y esa reiteración merece un respeto, y obliga a los parlamentarios a actuar conforme a esa voluntad. Si, además, sumamos los tres millones de votos que respaldan la difícil pero responsable decisión de Ciudadanos, la actitud de Sánchez resulta indigna de un parlamentario que aspira a dirigir la nación.
Lo de menos es si Pedro Sánchez juega con castillos de arena, con las olas ibicencas o con su partido. Lo grave, lo realmente sustantivo es que, su intolerancia, su prepotencia y su incapacidad para ofrecer una alternativa viable, le lleven a jugar con los intereses del pueblo español. Sánchez no debiera olvidar que algunos juegos, como las armas, los carga el diablo.
José SIMÓN GRACIA
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