Gómez Bermúdez, en el centro, con Guevara a su derecha y García Nicolás a
su izquierda, durante una sesión del juicio. / POOL
■ El revés que para la versión oficial del 11-M supuso la sentencia de la Audiencia Nacional estuvo a punto de resultar, en realidad, un cataclismo. Una semana antes de hacer público el fallo, el presidente del tribunal, Javier Gómez Bermúdez, rectificó dos elementos esenciales que hubieran hecho tambalear la versión presentada por la Fiscalía.
"Retiró dos tesis contrarias a la versión oficial"
A finales de octubre de 2007, el presidente de la Sala de lo Penal transmitió confidencialmente a un magistrado tres aspectos clave del fallo referidos a la autoría intelectual, los explosivos y la posible responsabilidad penal de algunos funcionarios. Pero lo que salió adelante fue un plan B donde sólo sobrevivió la ausencia de autores intelectuales. Por el contrario, un minero asturiano y su explosivo cargaron con los muertos del 11-M y ningún miembro de las Fuerzas de Seguridad tuvo que afrontar investigación alguna.
Las confidencias incumplidas del presidente del tribunal constan en Titadyn (La Esfera de los Libros), en el que el vicedirector del diario EL MUNDO, Casimiro García Abadillo, prologa el macroinforme sobre los explosivos del 11-M elaborado por uno de los peritos que actuó para el tribunal, el químico Antonio Iglesias.
"Una semana antes de que se comunicara públicamente la sentencia, Gómez Bermúdez le transmitió confidencialmente a un magistrado tres conclusiones de la misma: 1. No se establecería la autoría intelectual del atentado, en contra de lo que sostenía la Fiscalía. 2. Habría deducciones de testimonio para algunos mandos de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. 3. El minero Suárez Trashorras no sería condenado como responsable de los atentados, sino sólo por tráfico de explosivos".
Sin embargo, sólo uno de esos puntos, el de los autores intelectuales, sobrevivió a las intensas jornadas que precedieron a la presentación pública de la sentencia. Las otras dos no se cumplieron.
Hubo sentencia y no hubo nada. Emilio Suárez Trashorras y su explosivo asturiano se llevaron 40.000 años de prisión y ningún mando policial encontró su nombre en el fallo.Entonces, ¿qué pasó? García Abadillo ofrece dos explicaciones: la malévola y la probable.
La primera sostiene "que el Gobierno, primer interesado en una sentencia que se pareciera lo más posible a las conclusiones de la Fiscalía, le ofreciera algo relacionado con su carrera profesional. ¿Tal vez el apoyo ante nuevos recursos para arrebatarle la presidencia de la Sala de lo Penal? ¿Quizás la presidencia de la Audiencia? No creo que Gómez Bermúdez se haya dejado comprar tan burdamente, a pesar de que su esposa, Elisa Beni, en su libro La soledad del juzgador, deja entrever diversas presiones y mensajes más o menos sugerentes".
Sin embargo, la respuesta más verosímil es otra. "El juez, probablemente, actuó a sabiendas de que su sentencia, tal y como la redactó, sería bien recibida por el Gobierno. Gómez Bermúdez parece que mantuvo contactos con Rubalcaba, pero que su relación con él no era fluida. Sin embargo, sí lo era con la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, con la que mantuvo diversas conversaciones. Beni, en el libro ya mencionado, cita un encendido halago de Fernández de la Vega a su marido".