Andar no es pasear. Andar es ir hasta algún sitio. Pasear no es nadar. Pasear en irse, pero no saber dónde, ni cuando se volverá, dentro de unos límites, claro. Para el cronista, pasear es ir por la calle. Mirar escaparates, que son los hábitats de los números, con su disfraz de precios y su máscara de cóma y decimales. Leer los rótulos comerciales, y analizar su letra. A veces encontramos una reliquia racionalista o alguna antigualla postmodernista. Sortear los coches aparcados y escudriñar su interior para descubrir psicologías de los dueños y su familia. Pasear es mirar las cafeterías a ver cuál tiene el periódico libre, y tomarte un café mientras repasas los titulares. Si no hay cafés, mal vamos. O sentarse en una terraza de las de siempre, con un libro de poesía que descifrar, y anotar en sus márgenes las libérrimas notas que se nos ocurren. Pasear en cruzarte con fulano, otro paseante, y saludar en breve pero intenso intercambio de parabienes. Es cruzar semáforos, e imitar al hombrecillo verde que camina perpendicular a nosotros. Seguramente irá hacia el siguiente semáforo para encenderlo. Mucho trabajo para este liliputiense servicial y agradable. No como su hermano, siempre quieto, en rojo. Parece Cristiano Ronaldo luego de haberse dado la vuelta saltando al completo y abriendo apenas sus brazos, dice mi nieto Miguel. Los semáforos dan mucho juego al paseante. Pasear es buscar la sombra en verano, aunque se dé un rodeo. Y es pararse en los kioskos a leer gratis las portadas de las revistas. Y es mirar hacia arriba a los balcones y ventanas, para sorprender al voyeur que nos mira, creyéndose impune en su mirar. Y entrar en las iglesias, la mayoría cerradas. O verlas por fuera, y reconocer sus iconos, que tanto dicen y que nadie escucha. O casi nadie. Pasear es vivir.
Andar es otra cosa. Es ir de recaos, aunque sea el del médico en relación con el colesterol. Es ir a un sitio para hacer algo en ese sitio. Un deber, vamos. Hay quien ha hecho rutina del deber, está en su derecho. La diversidad es una gran cosa.
En las urbanizaciones modernas donde se veranea, no se puede pasear en el sentido arriba indicado. No hay tiendas, ni iglesias, y los cafés son otra cosa. Son lugares donde hace 50 años sólo había rocas, arena y playa salvaje. Y hogaño, edificios, dúplex, vallas que limitan la propiedad privada y eso.
Yo quisiera veranear en sitios como Águilas, Torrevieja o Guardamar, donde hay calles con solera, casinos, tiendas y hasta iglesias. Ahí, sí que se puede pasear como yo digo. Andar, se puede andar en cualquier parte.
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