La ley del más fuerte mece la costa
El desalojo de la Pescadería de Miguel ha provocado un torbellino de indignación que ha saltado a las redes sociales y ha sido el tema central de la homilía de la parroquia de Santiago de la Ribera
MARÍA JOSÉ MARTÍNEZ GARCERÁN. SAN JAVIER
El desalojo de la Pescadería de Miguel de Santiago de la Ribera y la inminente amenaza de demolición ha movilizado a los vecinos y visitantes asiduos de la localidad costera, que mostrarán hoy su rechazo a la decisión de la Demarcación de Costas con una concentración que tendrá lugar a la una de la tarde frente al restaurante, que permanece vallado y cerrado por orden judicial. Por el momento, la demolición del establecimiento se encuentra en suspenso hasta que finalicen los procedimientos judiciales.
La Asociación de Comerciantes La Ribera Centro Abierto ha repartido unas hojas por toda la localidad, en las que se convoca a los ciudadanos a una concentración pacífica «por el patrimonio histórico» de La Ribera, de la que se han hecho eco desde el párroco don Juan Pedro en la homilía de la misa hasta los internautas en Facebook, Tuenti o Twitter.
También los políticos locales y de municipios vecinos como San Pedro del Pinatar y Los Alcázares han confirmado su presencia. El teniente de alcalde del equipo de Gobierno socialista, José Ángel Noguera, aseguró que irá a la concentración, al igual que los portavoces del Grupo Independiente y del PP, Arancha Espeso y Juan Martínez Pastor; concejales de todos los partidos y alcaldes pedáneos del municipio.
El cierre de este emblemático establecimiento ha indignado por igual a políticos en activo y retirados, de uno u otro signo y así, junto a Miguel Ángel Sánchez, gerente del restaurante, se encontraban mostrando su apoyo el alcalde pedáneo de La Ribera, José Paños y su antecesora en el cargo con el Partido Popular, Josefina Escudero.
«No puedo entender que se tire la pescadería y siga ahí el edificio del antiguo Miramar», aseguraba Josefina, que estuvo al pie del cañón toda la mañana pese a sus problemas de movilidad. Paños le recordó que el Miramar, que ahora alberga a la Escuela de Piragüismo, se legalizó tras un deslinde realizado hace unos años, «a lo que yo me opuse enérgicamente», contestó ella. El mal estado de las terrazas de lo que un día fue un popular bar restaurante playero es tema de queja de muchos ciudadanos, indignados de encontrar restos de botellas y hasta muebles viejos en una zona turística.
Y es que, en consonancia con la meteorología de estos días, en Santiago de la Ribera llueve sobre mojado. La construcción del paseo marítimo en la anterior legislatura, que llevó consigo la desaparición de la carretera costera y de muchas plazas de aparcamiento indignó a los comerciantes, que se manifestaron en contra en varias ocasiones. «Mucha gente que venía de paso se quedaba; ahora hay que venir adrede y luchar por encontrar un sitio dónde aparca»", se lamentaba un comerciante, que aludió al contraste con Lo Pagán, donde hay abundante aparcamiento junto a la playa.
El paseo marítimo tampoco fue del agrado de los ribereños y de hecho, en la actual legislatura ha habido que enmendar muchos de los errores que traía ´de fábrica´ como la escasa luz, los incómodos bancos y la ausencia de carril-bici, todo ello con el permiso de Costas.
El tirón de las pescaderías
La Pescadería de Miguel, junto a la vecina Lonja Mar Menor, los chiringuitos del paseo y los establecimientos de la avenida Sandoval son las principales atracciones turísticas de La Ribera, destino de muchas familias de la Región que los domingos se desplazan hasta la localidad marmenorense para degustar un arroz y pasear a los niños por la playa, y de los extranjeros que, en pleno invierno, toman el sol en sus terrazas.
Ambas pescaderías se construyeron a mitad de los años 60 en la playa de Barnuevo, cuando el turismo empezó a descubrir el Mar Menor. Por entonces, las playas no estaban aún ´regeneradas´ y la ausencia de arena obligó a instalar los típicos balnearios sobre el mar para que los bañistas no tuvieran que pisar las piedras de la orilla, donde se escondían los cangrejos y los ´zorritos´. Esos balnearios, que inspiraron a tantos pintores murcianos, también han desaparecido, unos por desidia de sus propietarios y otros porque caducó su concesión. Sólo quedan unas pasarelas de dudoso gusto estético.
En una de esas playas se encontraban las primitivas pescaderías, propiedad de Miguel Sánchez ´El Mariche´ y de José Sáez ´Pepe el Chulo´. Allí se vendía el fresquísimo género que todos los días traían los pescadores, que también preparaban el exquisito caldero en la misma arena. Los hombres de mar llegaban cargados de langostinos del Mar Menor, que regalaban a los chiquillos curiosos que rondaban las pescaderías. Hoy en día, la cotización del exquisito marisco está por las nubes.
En el año 1965, Miguel ´El Mariche´ construyó una nueva pescadería sobre el mar, que posteriormente sufrió varias ampliaciones, y en 1968 se inauguraba la Lonja Mar Menor, propiedad de José Sáez y su esposa, Flora Garcerán. Con la regeneración de las playas, se desecó el terreno y por eso, ahora ambos establecimientos tienen sus cimientos sobre la arena de la playa. La concesión que les otorgó el ministerio de Marina era para 99 años, pero la Ley de Costas la rebajó a 25 y con su caducidad, empezaron los problemas para los propietarios. En primer lugar le ha tocado a la de Miguel, pero a sus vecinos la Justicia también le está tocando a la puerta. Tras el desalojo del pasado viernes, ayer se procedió a la última fase, sacando los pesados frigoríficos con una potente grúa.
La polémica está servida
La demolición de estos emblemáticos establecimientos ha generado una gran polémica en todos los sectores sociales, políticos y ecologistas. Muchos se preguntan si su demolición realmente beneficia a los ciudadanos, como ha ocurrido en la localidad de El Mojón, en el municipio de San Pedro del Pinatar, donde hace dos años demolieron el restaurante Mediterráneo. Aquel suceso también movilizó a la sociedad, pero Costas fue implacable y la pala derribó el centenario local ante la impotencia de sus propietarios. En su lugar se ha realizado una obra financiada por el plan E del Gobierno central, consistente en la habilitación de dunas con plantas autóctonas, que ha costado más de un millón de euros.
«Me parece un contrasentido gastar tanto dinero si ello ha llevado consigo acabar con un establecimiento que aportaba riqueza en tiempos de crisis», aseguró a La Opinión un jurista especializado en temas medioambientales. El restaurante Mediterráneo estaba en un solar que pertenecía a la Comunidad Autónoma, pero las casas vecinas son alicantinas, ya que El Mojón está dividido entre San Pedro del Pinatar y Pilar de la Horadada (Alicante). Los ciudadanos se preguntan cómo las casas se han librado del derribo y el restaurante, no. Otro contrasentido de difícil explicación.
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