Jueves, 11 de noviembre de 2010
No todo son intereses económicos. La inexistencia de presos políticos que proclama la advenediza Trinidad Jiménez vale para Chávez la extradición de Cubillas y cien más como él
Por medio siglo, desde los tiempos del Generalísimo, la transición de Adolfo Suárez y sus sucesivos gobiernos hasta hoy, ha habido en España un cierto gusto por la Cuba de Fidel. Es tan variado el espectro ideológico de los distintos gobiernos que no resulta fácil descubrir la razón de la coincidencia, aunque haya matices.Durante ese medio siglo Castro ha predicado una visión maniquea del mundo en la cual el origen de todo mal son los EEUU; y como ellos sin duda son la potencia más importante, todo aquel que se siente preterido encuentra en ese discurso un bálsamo que alivia el dolor de sentirse o de estar a menos, que se potencia al saber que existe alguien que los hostiga.
En términos generales la sintonía con esa visión maniquea ha sido inversamente proporcional al grado de desarrollo, lo que explicaría, más allá del paisanaje gallego de los caudillos y a pesar de la radical diferencia ideológica entre el franquismo y el fidelismo, el gusto por éste en esa España de 1959, que estaba lejos de ser considerada como país del primer mundo.
Yo conjeturo una razón atávica, porque la emergencia de los Estados Unidos como gran potencia, aunque no todavía como primera, se concreta precisamente con la pérdida para España del resto de lo que fuera “el imperio donde no se ponía el sol”. Las Filipinas en el Pacífico y Cuba y Puerto Rico en el Caribe.
Cuba ha sido objeto de atenciones económicas especiales por parte de España, que rayan en la complicidad con un sistema de trabajo esclavista, que sólo parece explicable como ataque de soslayo contra los Estados Unidos. No es circunstancial que en la comunidad europea que viene manifestándose cada vez más exigente de un cambio en Cuba hacia el respeto de los derechos humanos y la liberación de los presos políticos, España aparezca como el país más condescendiente.
El impacto que la ofensiva de ETA ha causado en todos los estratos de la sociedad española y en todas sus regiones, incluidas las provincias vascas, impone a España una política exigente frente a quienes los toleran, amparan y les facilitan entrenamiento y reclutamiento. Esta política no es compatible con la mimosidad frente a Fidel, aunque ya no sea Cuba sino Venezuela el lugar de amparo, porque sigue siendo el sustento ideológico.
En la fuerza de lo atávico radica la explicación de esa política exterior contradictoria de Zapatero (a tus zapatos), que exige extradición de los etarras pero se ve obligado a ofrecerle a cambio a Chávez, sustento de Cuba, flores de aliento político. No todo son intereses económicos, como reactivar un astillero o suplir equipos policiales. La inexistencia de presos políticos que proclama la advenediza Trinidad Jiménez vale para Chávez la extradición de Cubillas y cien más como él.
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