Rosa Díez, posiblemente la político que mejor se lo ha montado en este país desde los amagos de Conde y Gil, nos ilustra este jueves en El Mundo con uno de los artículos más torpes y vulgares que he leído en varios días.
A UPyD, según la ex eurodiputada del PSOE, “muchos” le votan por creerlo “necesario” en el panorama político español. Apuesta Díez por un sistema tripartito, más allá de toda duda, como consigna incontestable y fuente de regeneración democrática. No habla de libertad, o no mucho, tampoco de representatividad, solo de “democracia”, y de la manera en que un tercer partido, como dique de contención para los dos hegemónicos, sirve a los ciudadanos con independencia de lo que defiendan, por la circunstancia de existir. Bonito eslogan, facilón pero difícil de vender. Para enaltecer y movilizar una masa de desencantados suficiente para forjar el sueño de Rosa no le ha bastado su vehemencia reiterando esta idea, sino una innegable capacidad para vender un proyecto profundamente reaccionario.
Todos los políticos que remarcan de sí mismos su excepcional condición lejos de los típicos vicios del político tradicional, o pretenden llenarse los bolsillos alentando el ánimo totalitario de las masas o, directamente, apuestan por un proyecto marcadamente liberticida. El caso de UPyD no carece de buenas intenciones y de mejores padrinos. La propia Díez ha dado la cara por la dignidad de mucha gente y ha dicho lo que muchos pensábamos cuando parecía que el PSOE, en bloque, se había entregado a la infamia que supuso la negociación con ETA. Díez esperó lo justo, se aseguró su pensión en el Parlamento Europeo, y dio el salto con sorprendente acierto y éxito.
Venden un españolismo embadurnado de intelectualidad, alejado del espíritu rancio que la izquierda y los nacionalistas han conseguido unir a su mera sugerencia. Españolismo y centralismo que apuesta por un Estado duro, paternal, prestacional e intervencionista, pero más cercano al respecto de la libertad individual, no por creerla el máximo fin político, sino por ser contrapartida de la tan anhelada responsabilidad personal con la que estos racionalistas tratan de diseñar su mundo ideal. La confusión no impide que muchos, mejor formados en esto del liberalismo, se dejen medio convencer y vean en UPyD una opción razonable.
UPyD vive de un discurso reaccionario que combina los eslóganes típicos de partidos como el GIL, el Frente Nacional francés y demás morralla europea, con un discurso de aparente coherencia pero cargado de incongruencias ideológicas, o peor, licencias profundamente totalitarias y en extremo estatistas.
Rosa Díez quiere vender, a la masa ignorante y agotada de lo que hoy nos ofrecen los dos partidos mayoritarios, que su mera existencia es ya un éxito y un avance en la mejora de la situación general. Bonita vacuidad. Ya tenemos tercer partido, o es que IU no ha llegado a enganchar a casi 2 millones de votantes en este país. También ellos apelan al voto de necesidad frente al voto de utilidad, por el que al parecer PSOE y PP terminan absorbiendo más del 80% de los votos. Díez debe defender su proyecto sin recurrir a proclamas tan nimias: UPyD quiere un Estado más fiero, que apueste por la responsabilidad y no por el amancebamiento social; quiere un Estado más centralizado, que controle o anule la dispersión y la desintegración que hoy padecemos; UPyD es laico, por eso de que sus miembros sigan anclados ideológicamente en ese racionalismo presocialista, aunque igualmente peligrosos y arrogante; UPyD desea formar a los españoles, no renuncia a la sanidad pública, apuesta por la intervención, en absoluto desea una sociedad de individuos despojados de las cadenas y las moralinas del estatismo. Que vendan eso y no la mera necesidad, porque si realmente quieren regenerar la vida democrática de este país su programa debe apostar no tanto por el tripartidismo como por la representatividad extrema que únicamente es posible con un sistema mayoritario puro de circunscripción unipersonal para cada cargo electo. Eso sí sería positivo y no que sean 3, o 4 o 16 partidos los que se disputen comisiones, prebendas y capacidad de expolio y redistribución. Sin la suficiente claridad en estos temas UPyD no será el partido necesario que aspiran ser, sino esa panda de reaccionarios resabiados y rebotados que pretenden empezar a vivir del resto gracias al cuento de siempre, el mismo que todos los totalitarios y arrogantes utilizan para seducir a las masas disconformes. Por ahora UPyD sigue siendo ese experimento con el que Díez ha logrado su acta de diputado, la posibilidad de seguir apareciendo en los medios demostrando sus dotes para vender humo y dejarnos a todos de su lado (a lo Nart…), y poco más. Estatista de un racionalismo tan carca y antiguo que suena a broma.
Saludos y Libertad!
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