ANTE EL EGOÍSMO
Y LAS NECESIDADES
DE LOS TIEMPOS
POR EL EXCMO. SEÑOR
D.
JOSÉ MARÍA BARNUEVO
ex-senador, ex-diputado a Cortes, etc., etc.
~~~~~*****~~~~~
Madrid
(1902)
EL
MAR MENOR
Ante el egoísmo y las necesidades de los tiempos
En el mes de Septiembre último se
publicó en los periódicos de Murcia un telegrama del alcalde de San Javier al
Gobernador civil de la provincia en que se decía: “Ha producido gran alarma
entre estos pescadores, dueños de encañizadas y vecinos, la noticia de haberse
empezado los trabajos para la apertura del canal del Mar Menor. –La
construcción de ese canal representa la total ruina de sinnúmero de familias
que viven de la pesca, y acabaría con intereses creados que ascienden a muchos
millones.— En nombre de todos le ruego transmita que se paralicen estas obras,
que repito, traerían una profunda perturbación a este pueblo, porque mata su
principal riqueza.—El Alcalde.”
A esto añadieron algunos de los
periódicos de Murcia los comentarios que les sugirió sin duda su buena fe y su
creencia de que, en efecto, los clamores eran de todo el vecindario, cierta la
ruina de sinnúmero de familias que viven de la pesca, segura miseria y la
perturbación de la comarca.
Pero
como todo esto era pura fantasía y no era exacto que se hubieran empezado tales
obras, desgraciadamente para el país, ni menos que pudieran tener las con secuencias funestas que se anuncian con
tanto aparato, creí que debía acudir a los mismos periódicos para poner de
relieve las inexactitudes cometidas y deshacer los errores de tal decisión para
purificar la atmósfera que intereses egoístas trataban de crear contra un
proyecto garantizado ya por una ley de reino que tiene por objeto sanear una
extensa comarca, de la que el pueblo de San Javier es una pequeña parte, y el
de proporcionar medios para el aumento de aquellos mismos intereses con el
establecimiento de un gran puerto de refugio que diera a la Albufera la
importancia y los elementos que habían de transformarla en beneficio de todos,
sin daño para nadie, o por lo menos sin daño que no pudiera ser compensado por
las ventajas tan grandes que había de reportar a los intereses de la nación a
los del comercio universal y, sobre todo, a la masa general de la población,
que sufre los efectos del paludismo.
Pero habiendo pensado fríamente sobre
ello, y acallando los impulsos más vivos de mi corazón, fundados en el
convencimiento de que la realización del proyecto lleva consigo beneficios
incalculables, creí más conveniente no acudir a la prensa periódica, donde se
corre el riesgo de entrar en polémica más o menos viva y apasionada, cuando
sólo se trata de un asunto de interés público, y podría traducirse mi solicitud
y diligencia como algo que llevara envuelto la idea de un negocio particular.
Por esto emplearé otro medio de
publicidad, donde en una esfera tranquila y con la serenidad que el caso
requiere, aparezca el noble propósito que guio a los iniciadores de un proyecto
que en otro país más cuidadoso de su progreso y de su engrandecimiento que el
nuestro, hubiera sido acogido con el entusiasmo y decisión que merece un pensamiento que contiene gérmenes de
prosperidad y medios seguros para aprovechar todos los elementos de riqueza
que, o no se utilizan, o se utilizan de mala manera.
Pocas regiones hay tan ricas como esa
de Levante por la fertilidad del suelo y por los tesoros que encierra en sus
entrañas la tierra. En ella encuentra el agricultor y el industrial recursos
inagotables para aprovechar los productos más varios que la naturaleza
proporciona al hombre; pero como no se emplean otros medios ni otras artes que
la de la rutina y las de primitivos tiempos, son inútiles las lecciones de
otros pueblos más adelantados y diligentes, que sacan partido de todo, a pesar
de que tienen que luchar con la pobreza y condiciones desfavorables de los
elementos naturales.
Hasta en las
aguas saladas, que por regla general sólo sirven de vehículo para la
comunicación universal y el fácil mantenimiento de las relaciones comerciales,
tienen ahí, además del aliciente que ofrecen los intereses de la pesca, los de
la producción de la sal, que es ya de por sí una riqueza, pero que además puede
dar origen a la industria salazonera, que tanta importancia alcanza en otras
regiones de nuestra misma Península, si se tiene en cuenta que la sardina se ha
presentado en excelentes condiciones.
Como atravesamos una época muy triste
en que el egoísmo prepondera y nadie comprende que el sentimiento del bien y el
deseo de hacer algo útil para los demás mueva la voluntad sin una ventaja
personal, positiva y real, he dudado si debía tomarme la molestia de salir al
encuentro de insinuaciones que corren sin contradicción y dan lugar a errores
que cierran las puertas, o por lo menos las entornan, para que los horizontes que se descubren a la luz de la
esperanza y de la regeneración se cubran con las nieblas del recelo y de la
suspicacia, que procuran fomentar aquellos que sólo atienden a su interés, que
será más o menos legítimo, pero que afecta a unos pocos, manteniendo el estado
actual, que perjudica tan notoriamente a la salud pública y a las necesidades
crecientes de la masa general de la población.
No para pelear, ni para luchar con la
intriga ni con intereses mezquinos, vuelvo de nuevo a llamar la atención de los
que aman a su país y sienten el anhelo de hacer el bien, sino para que conste
una vez más que el Mar Menor es susceptible de una transformación bienhechora,
que en vez de un foco de desventuras y males, sea en el porvenir elemento tan
poderosos de bienestar y de riqueza.
La idea seguirá flotando en la
atmósfera y ya se irá haciendo camino, a pesar de la indiferencia y apatía de
los beneficiados, que, sumergidos en un letargo funesto, no prestan calor y
alientos a una gestión que necesita ambiente favorable y simpatía.
Por lo pronto, es conveniente enterar
a los que ocupan de este asunto que hay dos expedientes.
Uno que se refiere a la construcción
del puerto, cuya importancia y transcendencia para la riqueza pública sólo
pueden desconocer los espíritus mixtificados, pero que exige una preparación y
un estudio que ha de dilatar muchos años la realización de una obra de reconocida
utilidad para toda la comarca.
Otro que se limita a la apertura de un
canal provisional que, dando paso libre a las aguas del Mediterráneo, imprima a
las de la Albufera mayor movimiento, arrastre el cieno que forman las hierbas
putrefactas, que en gran cantidad se
estancan, siendo la causa más importante del paludismo que invade un extenso
territorio y produce una alteración casi permanente de la salud de sus
moradores.
Y este expediente ignora el periódico
que inició la campaña (1) (porque sin duda no se lo comunicó su amigo de San
Javier) (*) que se promovió a instancia de varios vecinos muy dignos, muy honrados
y respetables de dicho pueblo y de otros que lo son de Los Alcázares, San Pedro
Del Pinatar y creo que de Los Nietos, pidiendo que se pusiera remedio a la
situación palúdica que existía en las orillas de la Albufera y en el interior
de la costa por la apertura del canal, cuyo éxito favorable lo comprueba el
estado actual de aquella, pues la simple rotura de la manga por efecto de un
temporal ha bastado para que sus orillas queden limpias del cieno, que ha sido
reemplazado por fina arena y pequeñas conchas, con lo cual el mal olor y las
miasma infecciosas han desaparecido, pudiéndose añadir a estas ventajas la
presentación de nuevas especies de pesca, como la sardina y los langostinos,
que han alcanzado precios considerables y han compartido con los lenguados, las
doradas y el mújol el interés del mercado.
Con este expediente, de más fácil
estudio que el del puerto y de realización más inmediata y económica, se llena
en primer término la necesidad imperiosa de atender a la salud pública, y se
resuelve a la vez el problema vital de atender a las matrículas, que no tienen
en el día medios ni elementos permanentes para vivir y sostener a sus familias, atacadas de la fiebre y sin más recursos
que el trabajo de las minas.
A nadie se le oculta que el canal
provisional podría servir de ensayo para prejuzgar el éxito del puerto y que
los vecinos que acudieron al Gobierno pidiéndolo tenían sentido práctico y
estaban movidos por un espíritu nobilísimo de patriotismo y humanidad.
Conocedor de las necesidades del país
y de los elementos de riqueza que encierra; sintiendo las palpitaciones de una
población honrada y sencilla que aspira al mayor bienestar, al adelanto y
progreso, caí en la tentación de hacerme eco de ese movimiento para darle
dirección y encauzarlo, no por mi propia autoridad ni por mi esfuerzo
exclusivo, sino con el concurso, con la fuerza y con el prestigio de las
personalidades más importantes y conocidas que se asociaron al pensamiento.
Cuyos nombres habían de ser un garantía para todos.
Creí que con sólo iniciar la idea
comprendería todo el mundo que con este proyecto se abrían horizontes dilatados
a la actividad humana y que la industria encontraría medios que podían ser la
base del engrandecimiento de esta pobre comarca, a semejanza de lo que ha
ocurrido en otros pueblos que abandonaron la rutina y la timidez en sus
explotaciones y hoy son ricos y adelantados.
Pero la verdad es que no tuve presente
que, allí donde no hay más que indiferencia y donde se ve con toda tranquilidad
el despojo de los derechos más sagrados y de los intereses más vitales, no se
puede buscar entusiasmo ni alientos para vencer los obstáculos que en toda
empresa sobrevienen, sobre todo cuando se trata de ideales que necesitan
espíritu elevado, inteligencia
para comprendedlos y voluntad firme para realizarlos.
Pero después que he visto que la
oposición de unos pocos, muy pocos, que quieren monopolizar las encañizadas no
produce la menor contradicción pública de la masa general que sufre en primer
término la influencia maléfica de las emanaciones palúdicas del Mar Menor,
siendo la víctima de restricciones intolerables, he pensado que hay que
reprimir los estímulos de la fe viva que nacen del convencimiento profundo de
la bondad del proyecto, puesto que los interesados parece que desdeñan la
defensa de sus derechos por quien desinteresadamente se había lanzado en su
favor, sin tener en cuenta las contrariedades y tropiezos que suscitan siempre
aquellos que sienten las tristezas del bien ajeno.
Y sin embargo, no son estos tiempos
aquellos de 1760, en que la causa de los desvalidos encontraba fácilmente apoyo
y protección. Entonces se miraba con particular solicitud todo ello que se
refería a las matrículas, cuyos derechos se defendían con tesón, y se puede
recordar, entre otras medidas, la adoptada por la Intendencia de Marina de
Cartagena de señalar las dimensiones de las encañizadas para cortar recursos y
pleitos entre los arrendadores de las mismas y los pescadores, contener la
codicia de aquellos y su ojeriza a éstos. Con lo cual se ve que viene de
antiguo la falta de armonía entre unos y otros intereses.
Aunque parezca una digresión, no será
inoportuno recordar las vicisitudes por las que ha pasado este asunto.
Las referidas encañizadas eran uno de
los bienes de Propios de la ciudad de Murcia, que tenía la posesión y exclusiva
de ellas por virtud de una Real carta ejecutoria expedida en 29 de Abril de
1513 por la Reina Doña Juana,
confirmatoria de las sentencias dadas en vista y revista por la Chancillería de
Granada en el pleito seguido entre el Consejo, Justicia y regidores de la
referida ciudad y el de Cartagena.
En dichas sentencias se da a la ciudad
de Murcia la facultad de prohibir a toda persona la pesca en la expresada
Albufera sin su licencia y consentimiento, y de imponer multa al que lo
ejecutare, excepto a los vecinos de Cartagena, los cuales se declara que pueden
pescar en la mitad de ella que está más cerca a dicha ciudad, y vender
libremente el pescado (2).
A principios del siglo XIX el
Ayuntamiento repartía en ciertos días el pescado procedente de las encañizadas
de que era dueño (las de la Torre y la Barraca) a los pobres, lo cual se
llamaba dar pescado por reja, y más tarde el mencionado Ayuntamiento cedió
aquellas a la matrícula de San Javier, que empezó a disfrutar de ellas,
repartiéndose el beneficio entre todos los pescadores de San Pedro y de San
Javier que la componían.
Andando los tiempos, el Estado se
incautó de ellas para administrarlas y repartir los beneficios entre los
pescadores, lo cual se hizo al principio, pero luego se fue disminuyendo el
reparto hasta prescindir de ellos en absoluto, sin duda porque se sostiene por
quien le interesa que el rendimiento era menor que los gastos, y para
indemnizar estos supuestos perjuicios se han ido pidiendo prórrogas de los
arrendamientos, que el Estado, con esa ternura
paternal que le distingue en algunas ocasiones,
se ha apresurado a otorgar sin protesta, ni reclamación alguna, o por lo menos
a mí no me consta, pudiendo interpretarse este silencio como la expresión de
que todo va muy bien y que esta situación no debe alterarse, sin embargo de que
los antiguos derechos de la matrícula para nada se toman en cuenta y de que no
aparece en el presupuesto del Estado ninguna partida de ingreso por el
arrendamiento de las pesquerías, a pesar de que en el Senado se ha llamado la
atención del Gobierno sobre este extremo.
Pero dejando a un lado estas
historias del pasado, parecía natural que aun las inteligencias más vulgares se
apercibieran de que la novedad que introduciría la apertura del canal sólo
podría alarmar, aunque sin razón, a los pocos que monopolizan las encañizadas,
bien como arrendatarios o ya como dueños; pero nunca podría ser motivo de temor
ni de recelo para aquéllos que disfrutarán, no sólo de la pesca de las especies
que discurrieran, como ahora, por el ámbito de la Albufera, sino también de las
inagotables que viven en la amplitud del Mediterráneo, que hoy no está a su
alcance.
Cualquiera creería, al ver su actitud
pasiva, que las matrículas llevan parte en los productos de las encañizadas o
reciben a prorrata los beneficios de las mismas, cuando éstos se reparten
únicamente entre los pocos que las explotan.
Para que nadie se deje sorprender por
ciertas alharacas y no prospere la idea de que una vez abierto el canal habrá
concluido la pesca en el Mar Menor, no se necesita más que traer a la memoria
lo sucedido en otras ocasiones, cuando los temporales han roto violentamente la
manga y las aguas de la Albufera se han unido a las del Mediterráneo. Ya lo
hemos dicho en más de una ocasión. Entonces se aumentaba considerablemente la pesca y se obtenían
rendimientos de importancia, de que se han aprovechado los marineros, que han
podido apreciar por sí mismos, que no sólo ha permanecido el mújol en sus
antiguas aguas, sino que se han introducido las nuevas especies a que
anteriormente he aludido, y que han alcanzado en el mercado tales precios que
compensarían ventajosamente la disminución del mújol, si es que esto llegará a
suceder, lo que no es probable ni racional, porque las condiciones del Mar
Menor continuarán siendo favorables a la desovación y conservación de aquella
especie, como sucede en otros puntos de España y de Italia, donde existe aunque
el mar esté abierto y pueda circular libremente.
Pero, ¿a qué hemos de ir a buscar
ejemplos, cuando los tenemos tan visibles y notorios en el abundante criadero
de La Llana, que todos conocen en el país mejor que yo?
Y si esto es tan cierto que no
necesita más comprobación que la que le preste la memoria y el conocimiento de
la localidad, ¿podría negarse que una vez abierta la comunicación con el Mar
Mediterráneo había de adquirir una importancia extraordinaria la pesca de la
sardina, prohibida hasta ahora, que sería la base de la industria salazonera,
con las consecuencias que ésta lleva consigo, y que constituye la riqueza de
otras regiones que tienen condiciones menos favorables que las nuestra? ¿No
anhelaban las matrículas que se les permitiera la pesca de aquélla, que resulta
finísima y muy sabrosa?
Los que han andado por el mundo activo
y fabril podrán calcular lo que daría de sí el establecimiento de grandes
depósitos de mercancías, la instalación de fábricas
de conservas de sardinas en las orillas, ya saneadas, de ese pequeño mar, con
el incentivo de unas abundantísimas salinas, que aumentarían además su riqueza
con la facilidad de los transportes y su proximidad a la populosa e importante
ciudad de La Unión.
La creación de este centro de
producción llevaría la vida y un movimiento desconocido a ese silencioso y
olvidado rincón de la Península, adonde los barcos de todas clases podrían
contar con un puerto tranquilo y seguro, comparable con el mismo de Cartagena y
el de Pasajes, con los elementos propios para el desarrollo de la riqueza y el
engrandecimiento del país, que hoy está reducido a la incierta pesca que dejan
las encañizadas, cuando sus golas, mal preparadas, en vez de retener el
pescado, facilitan su salida y no lo dejan entrar, como ha sucedido antes de la
última rotura de la manga, en que andaba tan mal la profesión que muchos
marineros guardaron sus redes y se fueron a las minas para buscar remedio a su
escasez.
Y sin embargo de la realidad de este
cuadro y de las esperanzas risueñas que debía despertar en las clases que se
hallan en medio de las tristezas y estrecheces que lleva consigo el estado
actual, siguen indiferentes, dejándose influir por la idea de que la apertura
del canal sólo serviría para dar entrada a los delfines (y no han dicho de toda
clase de monstruos marinos para que no se diga que exageran), que acabarían con
toda clase de pesca, sin reflexionar que las condiciones del Mar Menor
permitirían su persecución y aprovechamiento, aparte de que si el proyecto
tuviera el apoyo de la opinión y se realizara con todos los elementos que exige
su importancia y transcendencia, no faltarían las compuertas
que se cerraran y abrieran cuando las necesidades de la navegación lo
demandaran.
Nada perderían los dueños de las
encañizadas con esta reforma, que, naturalmente, ha de hacerse con todo aquel
estudio y meditación que requiere un proyecto tan importante para armonizar
todos los intereses, utilizando los adelantos que la ciencia tiene ya ensayados
en naciones donde se preocupan de las cosas que afectan a su engrandecimiento y
prosperidad, sin detenerse ante los obstáculos que pueda suscitar el egoísmo o
la estrechez de miras de un particular.
Es cierto que en otros países se
cuenta con más medios y con una riqueza superior a la nuestra; pero después de
todo no es tampoco una obra que exija recursos y elementos que no quepan en
nuestro presupuesto, sobre todo si se atienda á las ventajas y beneficios que ha
de reportar su realización.
Repetiré una vez más lo que decía en
el folleto que se publicó en 1898, titulado El
Mar Menor: su estado actual y su porvenir, en sus páginas 16 hasta la 21:
>> Las condiciones de la
Albufera han variado esencialmente desde el año 1869 por efecto de la intrusión
de unas plantas marinas que se han propagado de una manera asombrosa, las
cuales, unidas a los detritus que arrastran las lluvias, se pudren por efecto
de los ardientes rayos solares y se convierten por en un cenagal inmundo, que
produce unas emanaciones perniciosas al quedarse estancadas en las extensas
orillas del lago, cuyas tranquilas aguas no tienen fuerza para limpiar la costa
por falta de oleaje.
>> La apertura del canal que se
proyecta, con las condiciones facultativas que el estudio aconseje para facilitar la circulación de las
embarcaciones, y el empleo periódico de dragas, han de poner remedio a aquel
mal; porque es indudable que las agitaciones del Mediterráneo han de producir
mayor movimiento y mayor empuje a las hoy encarceladas aguas, para arrastrar y
dejar en tierra los elementos perniciosos, como sucede en todas las costas de
los mares libres. Y siendo mayor el oleaje, y una vez que se haya hecho el
dragaje y limpiado los fondos de este gran vaso, se habrá preparado una gran
obra de coste relativamente insignificante, ante los resultados que debe
producir, si se saben aprovechar los medios y ventajas que ofrece.
>> Aparte de los beneficios que
la masa general de la población ha de reportar en el comercio de cabotaje, por
modesto que sea, se ha de notar desde luego el crecimiento de los varios
caseríos que se han edificado de corto tiempo acá a las orillas del lago, entre
los cuales son ya verdaderos pueblos Los Nietos, Los Alcázares, Santiago de la
Ribera y otros, que ha de redundar en el mayor bienestar de los demás
comarcanos por la facilidad de dar salida a sus frutos en mejores condiciones,
lo cual puede ser un elemento de prosperidad en puntos donde escasean los
medios de comunicación y los centros de comercio se hallan lejos.
>> Que la pesca no había de
sufrir detrimento lo ha demostrado la experiencia, como lo afirman los
expresados Sres. Saavedra y García Sola en la Memoria de que ha hecho mérito al
contestar a los que suponen que la diferencia en la cantidad de sal que tienen
las aguas influye en la pesca. “Mucho se dice (se consigna textualmente en
aquélla), por diversas personas, sobre salsedumbre de estas aguas, abogando
porque se conserve la diferencia que
ordinariamente sostienen con las del Mediterráneo (que oportunamente graduamos,
señalando el alcalímetro 6,50º en aquéllas y 3,50º en las de éste), y sin
embargo siempre reciben los pescadores con placer los aluviones, presagio
seguro de abundante pesca, y a no pocos hemos oído lamentarse de la escasez de
aguas torrenciales. Asimismo se ha notado que al entrar gran cantidad de aguas
del Mediterráneo en el ya citado temporal del 69, lejos de sufrir perjuicio con
esta mezcla, la producción fue en aumento.
“La laguna de Comacchio (1) y otras al
mezclar sus aguas con las corrientes constantes de las dulces que afluyen,
tienen infinitamente menos salsedumbre y son abundantísimas en mújol; por lo
tanto, no es esta condición indispensable para la cría de este pez, y sólo debe
mirarse la oposición de estos pescadores a que se abran nuevas bocas en la
manga como inspirados en el interés privado.”
>>Bien puede sostenerse con tan
autorizada opinión que la apertura del canal, lejos de perjudicar los intereses
de las matrículas de San Pedro del Pinatar y de San Javier, había de contribuir
al aumento de las especies, sin excluir la del mújol, que entraría y saldría
cuando conviniera a su instinto por exigencias de la temperatura o por los
atractivos que les proporcionara la
mezcla de las aguas de aluviones y los arrastres de las lluvias, tan escasas
como deseadas.
>>Resulta de lo expuesto que no
se presentan dificultades serias para llevar a cabo una obra de consecuencias
tan beneficiosas, cuyo coste, digan lo que quieran sus enemigos, no ha de
exceder de los límites prudentes y racionales que las circunstancias imponen y las fuerzas de la nación permiten, y de
consiguiente, todos los hombres de buena voluntad y amantes de su país deben
coadyuvar a tal pensamiento, porque se ofrece nuevo campo a la actividad humana
y se abren horizontes nuevos para la industria y el comercio, sin daño real ni
verdadero para intereses creados ni para los derechos de nadie.
>>La demostración de este último
extremo es muy sencilla.
>>¿Qué intereses pueden ser
perjudicados con el indicado proyecto?
>>Los únicos que pueden
alarmarse prematuramente son los dueños de las pesquerías conocidas con el
nombre de encañizadas. Absolutamente nadie más puede mirar con prevención el
nuevo estado de cosas que se intenta crear.
>>Veamos si tiene razón de ser
dicha prevención, y si, dado caso que el interés de unos pocos tuviera algún
menoscabo, sería bastante para detener siquiera la realización de un proyecto
que atiende única y exclusivamente al bien general.
>>Ya se ha dicho antes que estas
pesquerías pertenecen unas al Estado y otras a particulares, por concesión que
hizo el Gobierno con cierta reserva en favor del interés público.
>>En cuanto a las primeras, dado
caso que no hubiera quien las tomara arrendadas después de la rotura de la
manga, no parece que esto podría alegarse como perjuicio, porque si bien el
Estado las subasta bajo un tipo determinado, es lo cierto que la partida no
figura como ingreso en los presupuestos del Estado, o por lo menos el que
subscribe no la ha encontrado en los últimos que ha examinado, y por lo tanto no aparece la utilidad tangible y
suficiente para ponerla en contra.
>>El arrendatario sólo puede
explotarlas durante el plazo del contrato. Pasado Este sólo podrá alegar una
razón egoísta y privada, que no puede tener fuerza para tomarla en cuenta.
>>Posible es que la entrada del
pescado en las encañizadas sufra alguna alteración en el nuevo estado que se
trata de crear en el Mar Menor, y los productos que rindan estas artes no
correspondan al deseo y a la ambición de sus explotadores; pero también es posible
y no será aventurado el esperar que, aun cuando el canal ha de presentar una
boca más ancha, profunda y expedita para la salida del pescado, la fuerte
corriente les impulse a buscarla por las tranquilas y más suaves aguas de las
golas. La verdad de todo esto es que no se pueden lanzar afirmaciones
absolutas. El pescado irá adonde su instinto le lleve, y es casi seguro que,
como en el año 69, el Mar Menor se verá poblado de multitud de especies,
incluso la del mújol, que en los aluviones y corrientes de agua dulce podrá
hallar satisfacción a sus aficiones.
>>Lo dicho es aplicable en gran
parte a los poseedores de las encañizadas cedidas a particulares. Ignoramos en
qué parte del presupuesto figuran los rendimientos de éstas, y sin entrar a
discutir la legitimidad y conveniencia de tales concesiones, sólo nos
limitaremos a consignar que si hay derechos perfectos que resulten lastimados,
la ley tiene siempre medios de reparar los perjuicios que se causen en
beneficio de la generalidad.
>>Esto tampoco será motivo para
que el proyecto tenga una oposición justa y racional; pero sea de ello lo que
quiera, lo cierto es que entre la pérdida eventual o segura de
intereses que sólo afectan a contadísimas personas y los de la salud pública y
los de las matrículas y masa general de la población, no cabe duda en la
elección.>>
Expuesto queda el cuadro del pasado,
del presente y del porvenir. En su primara parte se encuentran las tristeza, la
fiebre y la penuria para esa multitud que trabaja y sólo alcanza una incierta y
escasa recompensa. En la otra, elementos nuevos y efectivos que abren el
corazón a la esperanza y ofrecen medios de satisfacer lo que tan vivamente
solicita la actividad humana.
Es indudable que la creación del nuevo
puerto no será tan inmediata como su utilidad aconseja; pero la apertura del
canal provisional sería un gran remedio para la salud pública y a la vez podría
servir de ensayo para que se convencieran los que dudan y vacilan de los
grandes beneficios que había de reportar a todos el establecimiento de un gran
puerto que ensanchara los horizontes y prestara sus elementos de vida y
regeneración a las clases necesitadas.
He creído cumplir con un deber al
tratar de realizar una obra de un alcance indudable que sigo creyendo favorable
para los intereses del país, procurando que el Gobierno le prestara su concurso
con los auxilios del Tesoro, puesto que ni los fondos provinciales ni los
municipales podían subvenir a su realización, no buscando otra cosa que la
satisfacción de haber procurado el bien de mis conciudadanos; pero abandono mi
empresa para dejarla al cuidado de personas que se avengan con la ingratitud,
porque no estoy preparado para arrostrar más molestias ni sinsabores por gentes
que no saben distinguir.
A pesar de esto confío en que el
proyecto seguirá el curso que su importancia y necesidad le han de imprimir para bien de esa región, puesto que
en ella hay espíritus dispuestos siempre a todo lo grande y generoso, que
cuentan con grandes medios y saben armonizar del provecho propio con las
necesidades públicas.
La extensión que he dado
insensiblemente a estas observaciones me obliga a ponerlas término,
condensándolas en las siguientes conclusiones:
1.ª La apertura de un canal que permita la
comunicación regular y permanente de las aguas del Mediterráneo con las del Mar
Menor, no sólo contribuirá al radical saneamiento de la comarca, sino que será
motivo de su engrandecimiento con el desarrollo de la pesca y de la riqueza
general, fomentada por el establecimiento de nuevas industrias a que dará vida
la facilidad de las comunicaciones y de los transportes.
2.ª Como la construcción del puerto
exige grandes estudios y trabajos de preparación que han de dilatar su
realización, la apertura provisional satisface las exigencias urgentes de la
salud pública y podrá servir de antecedente para apreciar la utilidad del
puerto.
3.ª
El temor de que las encañizadas queden estériles se desvirtúa con el
recuerdo de que estas artes se emplean en sitios abiertos, y además porque el
canal podría tener compuertas que se abrieran y cerraran oportunamente.
4.ª Aun cuando la transformación
afectara de un modo perjudicial a las expresadas encañizadas, esto no debiera
ser motivo para impedir o detener una mejora que lleva consigo la satisfacción
de las grandes necesidades de la vida moderna, porque los que las tienen
arrendadas cesan en su derecho al terminar el plazo del arrendamiento y el
Estado encontraría la compensación en
el beneficio general, y los particulares que son dueños de las restantes
recibirían la indemnización que fuera
justa si se demostrara el perjuicio y los términos de la concesión lo
permitieran.
5.ª La extensión superficial de la
Albufera, la profundidad de sus aguas en gran parte de la misma y las
condiciones del terreno que la circundan, hace suponer que el puerto podría
establecerse en la parte comprendida entre el El Estacio, Isla Mayor, Los
Alcázares y Los Nietos, donde podrían fondear buques de un regular calado,
quedando resguardados de los vientos que
son más frecuentes y peligrosos.
6.ª El espacio considerable que media
entre la línea que se destina a puerto hasta Santiago de la Ribera, San Pedro y
Las Salinas sería el gran refugio de la pesca y las matrículas tendrían ancho
campo para ejercer su profesión, no sólo en todo el espacio que constituye hoy
el Mar Menor, con exclusión de la zona que
está reservada a las referidas pesquerías si se creyera conveniente el
conservarlas, sino que podrían extender sus operaciones hasta el Mediterráneo,
donde encontrarían un manantial inagotable para aumentar los medios de
subsistencia o de compensar la disminución de la pesca en la Albufera, caso de
que esto sucediera en ciertas épocas del año.
7.ª La entrada de los delfines o de
otros grandes peces enemigos de las especies inferiores, no puede infundir
recelo serio cuando su persecución y destrucción en un sitio limitado no sería
cosa difícil y proporcionaría nuevos elementos de que podrían aprovecharse las
matrículas, las cuales no deben olvidar que el Mar Menor atrae, por sus
condiciones especiales, a esa variedad de peces que pululan en los grandes
mares, y que en momentos dados, bien
porque huyan de sus enemigos, o bien porque prefieran la poca profundidad del
agua, caerían en las redes como maná bienhechor.
8.ª La idea de que el arrastre de las
arenas cegaría el canal y hasta inutilizaría el naciente puerto, no tiene
consistencia si se tiene en cuenta que la pericia de los ingenieros sabría
señalar el sitio adecuado para el emplazamiento de la obra, y con el empleo de
dragas se desvirtuarían los efectos perniciosos de las corrientes, que son tan
comunes aun en puertos como los de Cartagena, Valencia y Bilbao, que no pueden
descuidar este servicio.
9.ª Con este puerto se tendría un
embarcadero seguro y La Unión daría fácil salida a los productos de su
importante industria, libre de las trabas y de los inconvenientes que tienen
otros puertos de más importancia, valiéndose de su proximidad al pueblo de Los
Nietos(**), que, gracias al patriotismo y espíritu emprendedor del rico minero
señor García Ros, Está llamado a un inmediato y sorprendente crecimiento.
10.ª La posibilidad de entrar buques
permitiría establecer el servicio de pequeños vapores, que no sólo se
utilizarán para el cabotaje con los puertos de Cartagena y Torrevieja, sino
para la comunicación entre los caseríos y pueblos que circundan la expresada
Albufera, que con los nuevos elementos de vida y de prosperidad habían de
prestar un buen contingente para el aumento de las relaciones entre unos y
otros.
Basta con este resumen para que se
advierta lo que pierde el país y la generación presente con la demora en la
realización de este proyecto, que redundaría en provecho de todos. Aprobado el presupuesto para los estudios, debería llevarse a cabo en
primer lugar el que se refiere a la apertura de un canal provisional, y después
podría emprenderse el definitivo si el resultado confirmara las esperanzas que
nos prometemos los que anhelamos el bien de nuestros conciudadanos.
El Gobierno no ha podido hacer más en
demostración de su interés por una obra de tanta utilidad e importancia; pero
no olviden los que han de recibir el beneficio que para todo se necesita
ambiente favorable, y que sin fe ni entusiasmo no se vencen los obstáculos que
presentan siempre aquéllos que se complacen en levantar montañas donde sólo
aparecen ligeras cañas.
A pesar de mi desencanto, no faltará
ahí quien tome el noble empeño de mirar por los que no conocen sus intereses,
aunque sólo pueda esperar la ingratitud y el olvido.
JOSÉ MARÍA BARNUEVO
Madrid,
31 de Marzo de 1902.
Galería fotográfica:
Carta náutica del año 1817 de la entrada al Menor Menor por la torre de la Encañizada. Se nombran las encañizadas de La Llana, la Trabecia y la Goleta Mesana. |
Planta de situación de la encañizada de La Torre. Siglo XVI. Fuente Archivo Municipal de San Pedro del Pinatar |
(3) |
Aclaraciones:
(*) Sin dudar un ápice, yo apostaría que se refería a Dn. Tomas Maestre.
(**) Ya lo fue en época de los romanos, el 2º puerto de Cartagena, por eso la carretera que va directa a la Unión y de ahí a Cartagena, que posiblemente los Cartagineses ya lo utilizaron,(desde luego los romanos si lo utilizaron, ya que hay restos arqueológicos de haber existido un poblado romano) ademas del Puerto que había en lo que luego se llamó el Almajal, puertos que alternaban según los vientos.
Créditos:
-Gracias:
A Jesús Montesinos Escribano, reeditor de este escrito en el año 2.002 con motivo del 28 aniversario de la Confitería "Montesinos Escribano"-.
-Al Museo "Barón de Benifayó", de San Pedro del Pinatar, por los documentos de época reproducidos
© Enlaces relacionados: (1) El correo de Levante, (2) Diccionario histórico de los artes de pesca nacional, de D. Antonio Sañez Reguart, Comisario Real de Guerra y Marina, año 1792.
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