Pablo Victoria: Simón BOLÍVAR fue CRUEL y SANGUINARIO
Publicado el 17 mar. 2017
Hoy en Tiempos Modernos el empresario e investigador, Pol Victoria, nos acompaña para hablar sobre Simón Bolívar.
Simón Bolívar se ha convertido en una referencia casi religiosa. Hay incluso regímenes políticos que se llaman sí mismos “bolivarianos”. El régimen venezolano ha hecho de él un semidiós. Pero, ¿quién era realmente Bolívar? ¿Era el héroe sin mancha que vende hoy la propaganda bolivariana? La verdad es que no. Al revés, la carrera de Bolívar está cubierta de sangre.
Situémonos: a partir de 1808, cuando Napoleón invadió España, los virreinatos españoles de América se sublevaron primero contra el francés y enseguida proclamaron su propia independencia. No fue una guerra de jóvenes naciones oprimidas contra un viejo imperio invasor: fue más bien una guerra civil entre los partidarios de la independencia y los partidarios de la Corona (los “realistas”). En la actual Venezuela, la lucha fue tan cruenta que Simón Bolívar declaró la “guerra a muerte” contra los realistas, y la aplicó al pie de la letra. Después de la batalla del Tinaquillo, en agosto de 1813, arrasa una serie de pueblos y pasa por las armas a todos los “europeos y canarios”, como llamaba él a los realistas. En septiembre de ese mismo año dictó reclutamiento forzoso e hizo fusilar a los que se negaron a coger las armas. Acto seguido hizo fusilar a 69 españoles sin fórmula de juicio. En diciembre de 1813 derrota al menguado ejército realista en Acarigua y ordenó asesinar a 600 prisioneros. El 8 de febrero de 1814 la emprende con los prisioneros españoles de Caracas, Valencia y La Guaira, alrededor de 1.200 civiles, comerciantes en su mayoría, y ordena “que inmediatamente se pasen por las armas todos los españoles presos en esas bóvedas y en el hospital, sin excepción alguna”. Como escaseaba la pólvora, se resolvió matarlos a golpes de sable y de pica, y se los remataba aplastándoles la cabeza con grandes piedras. A los ancianos e impedidos se los llevó al patíbulo amarrados a sus sillas. Pese a las súplicas del arzobispo de Caracas, Bolívar consumó la matanza.El último parte de la carnicería informa de que también se ejecutó a los que se hallaban enfermos en el hospital.
Estos son sólo unos pocos episodios en la carrera de sangre de Simón Bolívar, sin duda el más cruel y despiadado de los “libertadores” hispanoamericanos. Habría que contar también el asesinato de los náufragos de un barco español en la Isla Margarita, el saqueo criminal de Santa Fé o el asesinato de los prisioneros tras la batalla de Boyacá. Curiosamente, hoy Simón Bolívar tiene una estatua en el Parque del Oeste, en Madrid.
Simón Bolívar se ha convertido en una referencia casi religiosa. Hay incluso regímenes políticos que se llaman sí mismos “bolivarianos”. El régimen venezolano ha hecho de él un semidiós. Pero, ¿quién era realmente Bolívar? ¿Era el héroe sin mancha que vende hoy la propaganda bolivariana? La verdad es que no. Al revés, la carrera de Bolívar está cubierta de sangre.
Situémonos: a partir de 1808, cuando Napoleón invadió España, los virreinatos españoles de América se sublevaron primero contra el francés y enseguida proclamaron su propia independencia. No fue una guerra de jóvenes naciones oprimidas contra un viejo imperio invasor: fue más bien una guerra civil entre los partidarios de la independencia y los partidarios de la Corona (los “realistas”). En la actual Venezuela, la lucha fue tan cruenta que Simón Bolívar declaró la “guerra a muerte” contra los realistas, y la aplicó al pie de la letra. Después de la batalla del Tinaquillo, en agosto de 1813, arrasa una serie de pueblos y pasa por las armas a todos los “europeos y canarios”, como llamaba él a los realistas. En septiembre de ese mismo año dictó reclutamiento forzoso e hizo fusilar a los que se negaron a coger las armas. Acto seguido hizo fusilar a 69 españoles sin fórmula de juicio. En diciembre de 1813 derrota al menguado ejército realista en Acarigua y ordenó asesinar a 600 prisioneros. El 8 de febrero de 1814 la emprende con los prisioneros españoles de Caracas, Valencia y La Guaira, alrededor de 1.200 civiles, comerciantes en su mayoría, y ordena “que inmediatamente se pasen por las armas todos los españoles presos en esas bóvedas y en el hospital, sin excepción alguna”. Como escaseaba la pólvora, se resolvió matarlos a golpes de sable y de pica, y se los remataba aplastándoles la cabeza con grandes piedras. A los ancianos e impedidos se los llevó al patíbulo amarrados a sus sillas. Pese a las súplicas del arzobispo de Caracas, Bolívar consumó la matanza.El último parte de la carnicería informa de que también se ejecutó a los que se hallaban enfermos en el hospital.
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