07.09.2009
Opine
LA LITURGIA DE RODIEZMO forma parte sustancial de la era Zapatero. Cada año, el líder socialista da por inaugurado oficialmente el curso político asistiendo a la tradicional fiesta-mitin de la minería astur-leonesa que ha cumplido ya 30 años. Aunque el sector de la minería ya no es lo que era, el SOMA-UGT -con su carismático e incombustible Fernández Villa al frente- y el PSOE siguen manteniendo un ritual cuasi religioso en el que el credo es sustituido por los principios del sindicalismo obrero, los escapularios por pañuelos rojos, el oficiante por Alfonso Guerra y los cánticos de Misa por La Internacional. En este septiembre de 2009, en mitad de una crisis económica que golpea a España con más intensidad que al resto de Europa, el presidente del Gobierno encabezó un mitin en el que los oradores que le precedieron cargaron con inusitada dureza contra los empresarios españoles. Alfonso Guerra, que se presentó como el guardián de la esencia obrerista del PSOE, alertó de los peligros del «capitalismo salvaje», culpó a la clase empresarial de que en España se alargue la crisis debido a que «sólo piensan en repartir beneficios» y no invierten como los alemanes. Mucho más explícito en sus ataques fue el líder de UGT, Cándido Méndez, al acusar a los empresarios de considerar el «trabajo como una basura». Según él, echan a los trabajadores a la calle de la misma forma que se sacan «las bolsas de basura».
Estos excesos no tendrían mayor trascendencia si no fuera porque el presidente del Gobierno fue el encargado de cerrar el mitin y dejó muy claro que hace suyos los «valores y compromisos» de ese sindicalismo en su tarea de «gobernar España». Zapatero, que cumplió con la costumbre de anunciar un año más en Rodiezmo la subida de las pensiones mínimas, vuelve a echar mano así al recurso de las «políticas sociales» para hacer frente a la opinión -cada vez más extendida- de que el Gobierno carece de estrategia económica y va improvisando sobre la marcha. En una pirueta que revela un descaro ciertamente llamativo aun tratándose de Zapatero, el líder socialista reescribió la chapuza del decreto de los 420 euros presentando su rectificación como la quintaesencia de su política de diálogo. Asimismo, rechazó las acusaciones de improvisación asegurando que el Gobierno sabe a dónde va y está «todo el día explorando posibilidades para luchar contra la crisis». A juzgar por los resultados, este esfuerzo diario le cunde más bien poco, por no decir nada.
Con idéntico desparpajo, Zapatero minimizó el déficit público, que este año alcanzará el 10%, diciendo que «nuestro endeudamiento es bajo», y utilizó un eufemismo muy propio de su lenguaje para defender la subida de impuestos: «Vamos a pedir a algunos ciudadanos que contribuyan más para la protección social». El aumento de los impuestos fue muy aplaudido por los socialistas presentes, sobre todo por Alfonso Guerra. Lo único que le faltó a Zapatero para completar su inmersión en el más rancio sindicalismo obrero fue levantar el puño para entonar La Internacional. Cosa que sí hicieron la número tres del PSOE y la ministra de Igualdad, como se puede apreciar en la foto que llevamos a nuestra portada. Tanto Leire Pajín como Bibiana Aído son dos políticas jóvenes cuya única relación con el obrerismo son las leyendas que les hayan contado en sus casas. Por arcaico que pueda parecer, el partido que gobierna -con el decidido impulso de su líder- sigue instalado en una realidad que no existe. Y como toda religión tiene sus supersticiones, pretende que todos paguemos su onírica lucha de clases con más impuestos. El resultado será que cada vez habrá más despidos y menos empleo porque con esas premisas no se creará riqueza, sino ruina.
Estos excesos no tendrían mayor trascendencia si no fuera porque el presidente del Gobierno fue el encargado de cerrar el mitin y dejó muy claro que hace suyos los «valores y compromisos» de ese sindicalismo en su tarea de «gobernar España». Zapatero, que cumplió con la costumbre de anunciar un año más en Rodiezmo la subida de las pensiones mínimas, vuelve a echar mano así al recurso de las «políticas sociales» para hacer frente a la opinión -cada vez más extendida- de que el Gobierno carece de estrategia económica y va improvisando sobre la marcha. En una pirueta que revela un descaro ciertamente llamativo aun tratándose de Zapatero, el líder socialista reescribió la chapuza del decreto de los 420 euros presentando su rectificación como la quintaesencia de su política de diálogo. Asimismo, rechazó las acusaciones de improvisación asegurando que el Gobierno sabe a dónde va y está «todo el día explorando posibilidades para luchar contra la crisis». A juzgar por los resultados, este esfuerzo diario le cunde más bien poco, por no decir nada.
Con idéntico desparpajo, Zapatero minimizó el déficit público, que este año alcanzará el 10%, diciendo que «nuestro endeudamiento es bajo», y utilizó un eufemismo muy propio de su lenguaje para defender la subida de impuestos: «Vamos a pedir a algunos ciudadanos que contribuyan más para la protección social». El aumento de los impuestos fue muy aplaudido por los socialistas presentes, sobre todo por Alfonso Guerra. Lo único que le faltó a Zapatero para completar su inmersión en el más rancio sindicalismo obrero fue levantar el puño para entonar La Internacional. Cosa que sí hicieron la número tres del PSOE y la ministra de Igualdad, como se puede apreciar en la foto que llevamos a nuestra portada. Tanto Leire Pajín como Bibiana Aído son dos políticas jóvenes cuya única relación con el obrerismo son las leyendas que les hayan contado en sus casas. Por arcaico que pueda parecer, el partido que gobierna -con el decidido impulso de su líder- sigue instalado en una realidad que no existe. Y como toda religión tiene sus supersticiones, pretende que todos paguemos su onírica lucha de clases con más impuestos. El resultado será que cada vez habrá más despidos y menos empleo porque con esas premisas no se creará riqueza, sino ruina.