sábado, 9 de julio de 2016
Stalin y Mercader, o como los comunistas se siguen clavando piolets en la cabeza
Cuando Lenin se veía morir a los 53 años ya lo dejó escrito. Su advertencia básicamente decía que sus camaradas debían tener mucho cuidado con Stalin porque no era una persona de fiar. Stalin, muy mediocre intelectualmente hablando, era un gran experto en conspiraciones, en mentiras y en la planificación del asesinato de todo aquel que le pudiera hacer sombra. Así lo fue haciendo poco a poco con todos sus "camaradas" con el único fin que nadie pudiera hacerle sombra alguna en su objetivo final, el poder. Pero Trotski se le escapaba y era el que más miedo le daba. Trotski, auténtico ideólogo de la Revolución Rusa y gran experto en el manejo de las masas gracias a su extraordinaria oratoria, tuvo que huir de Rusia ente el gran peligro que corría su vida con la llegada de Stalin al poder.
Para Stalin no era suficiente el hecho de que Trotski optara por el destierro para salvar su vida. Intentó asesinarle varias veces hasta que, por fin, el español Ramón Mercader lo consiguió. Tras ganarse su confianza, Mercader, accedió al despacho de Trotski con la excusa de escribir un artículo sobre él. Cuando Trostki se sentó y agachó su cabeza para leer los papeles, Mercader le clavó un piolet en la cabeza. Trotski moriría al día siguiente en el hospital.
Ese podría ser el resumen básico del comunismo a lo largo de la historia, clavar piolets en la cabeza de aquel que pudiera conseguir hacer sombra al líder en su afán por aumentar su poder. Stalin, mientras tanto, cara al resto del mundo era el aliado perfecto que había conseguido parar y derrotar a Hitler en Rusia. Un héroe que había conseguido parar a un criminal como Hitler, pero un criminal mucho mayor que Hitler. Un criminal mucho mayor que el líder de la Alemania nazi con muchas más matanzas a sus espaldas como la hambruna que provocó en Ucrania. En Ucrania, y debido al odio que tenía Stalin por el pueblo ucraniano, murieron siete millones de personas y eso, además, siendo el granero de la URSS. Stalin tenía muchas cosas en común con Hitler y la historia ha sido demasiado benevolente con él. Fue un criminal y un asesino de tal magnitud que superó incluso al que ha pasado a la historia como uno de sus mayores criminales, Adolf Hitler.
Con el paso de los años y ciñéndonos a lo que es el comunismo actualmente vemos que la historia no cambia demasiado. Los partidos comunistas se camuflan bajo nombres más o menos bien sonantes. Utiliza palabras como pudieran ser alegría, sonrisa, pueblo, ciudadanos, pero en el fondo la esencia sigue siendo la misma. Líderes que, cara a la galería, se dan grandes abrazos e incluso besos en la boca pero que buscan un sólo fin, el poder. Ese hecho lo hemos comprobado en los comunistas actuales aquí en España. La campaña electoral ha sido orgásmica, abrazos, besos, lágrimas de emoción..hasta el resultado final.
Cuando el resultado final no es el esperado empiezan a llover los piolets para intentar clavarlos en la cabeza del que ayer era un queridísimo camarada. El poder en el comunismo no es un medio para mejorar la vida de la gente. El poder en el comunismo es un fin individual puesto que ese es, básicamente, el fin de todos los comunistas. Para eso son expertos en camuflar sus verdaderas ideas y en la publicidad. Venden su producto totalitario bajo un manto de supuesto bien común cuando lo que buscan es el bien individual de ellos y los suyos. Para conseguir eso se busca el limosneo fácil en el pueblo. Stalin cuadruplicó sueldos miserables en poco tiempo para ganarse el favor del pueblo. Los sueldos seguían siendo miserables, pero cuatro veces menos, teniendo lo justo para simplemente vivir mientras él veraneaba en sus impresionantes Dachas y acumulaba un fortuna inmensa.
Lo increíble es que pasados los años, el comunismo, sea una ideología todavía vigente y con esa buena fama para algunos. Eso del bien común suena muy bien y es lo que deseamos todos, pero ni el más grande de los comunistas renunciaría a parte del fruto de su trabajo para dárselo al de al lado que no hace nada. La solidaridad comunista iguala por lo bajo. Si la vida se basa en la limosna que se recibe del estado nunca podrás rechistar, nunca te quejarás de ello porque tu miserable vida depende de ello. Fomentar el trabajo individual y el esfuerzo permite que la vida de cada uno dependa de cada uno. Esa es la base y así se consigue la libertad individual, el esfuerzo siempre tiene su recompensa. La limosna sólo consigue que hagas lo que tu mecenas quiere porque tu vida no depende de ti, depende de otro. Mientras tanto, entre los comunistas de partido, los piolets siguen volando bajo para acabar con las cabezas de quien pueda destacar.
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