lunes 2 de agosto de 2010
Que la ciudad de Cartagena es un puerto de guerra es aserto de obviedad absoluta desde que los cartagineses de Asdrúbal desembarcan en él, allá a mediados del siglo III a. C.; antes, se supone, había sido pescador y poco más bajo el nombre de Mastia. Por tanto, los hechos bélicos abundan en su historia desde aquel
Uno de estos episodios acaeció en el año 461 d. C.; en fechas de descomposición del Imperio Romano. El Emperador de Roma, un general de nombre Mayoriano, agrupa en Cartagena toda una flota de más o menos 50 barcos, para derrotar a Genserico, vándalo arriano, señor del norte occidental de África, a donde ha llegado luego de arrasar la misma Cartagena en 428 d. C.
Genserico, arriano anticatólico furibundo, campea en todo Occidente como quiere y desea. Roma ha quedado reducida a casi la Italia de hoy. Mayoriano aspira a reconstruir el Imperio. Genserico apenas tiene una veintena de barcos. Pero se presenta en Cartagena. Previamente, sus agentes han sobornado a los capitanes romanos, jefes de barcos, que defeccionan en plena batalla. Resultado: Roma ya no tendrá imperio jamás sobre la península. Ésa es la Batalla de Cartagena.
Pero lo que me interesa señalar es el hecho mismo del soborno a los capitanes de barco. El soborno es un hecho tan viejo como la Historia misma. Pero, si nos fijamos bien, de nada sirve un soborno, si luego, la cantidad acordada no se puede invertir, ya sea en solares, en fincas, en comercio, en manufacturas… ¿Para qué el dinero, si no hay economía productiva, inversiones en placer –que nos señala toda una industria dedicada a ello-, empresas comerciales…? Es decir, estos sobornos nos están indicando que más allá de las guerras entre bárbaros cristianizados y romanos, seguía habiendo una sociedad con registros de la propiedad, con negocios, con un cierto nivel de consumo… Conclusión: la vida civil continuaba por debajo de la Historia.
Por eso, cuando los árabes, al mando de las tribus bereberes, arriban a España, se encuentran una prosperidad, de origen romano, que se apropian. El Califato de los siglos IX y X no otra cosa es sino la continuidad del auge romano. Antes que el esplendor de la Córdoba musulmana está el mayor esplendor todavía de la Córdoba romana. Los patios árabes son los impluvia romanos. Y así en todo. Vale.