Santiago Delgado
Bastardo. Han escrito bastardo en el pedestal de un monumento a Cervantes en la parte de Norteamérica que USA le robó a México, masacrando apaches y sioux, cosa que no había hecho España. Considerar el mérito en el estudio como clasista, y conceder las becas por situación económica genera ignorantes vandálicos. Esperable.
Bastard, palabra inglesa, es posible que no signifique exactamente lo mismo que su homóloga española ‘bastardo’, pero, en todo caso, ambas deben coincidir bastante. En España se sustituyó por “hijoputa”, más popular y extendido. Cervantes no fue ni bastardo, ni hijoputa. Fue un benefactor de la Humanidad. Y no lo voy a explicar. Los abyectos bárbaros que pintaron su estatua no merecen salir de su ignorancia, sea ésa su condena. Aunque no la sientan como tal.
Pero, me quiero referir aquí al desprecio machista que supone insultar a alguien con esa palabra: bastardo. Es pretender que el supuesto deshonor de la madre recae sobre el hijo. Y el deshonor de la madre consiste en que engendró fuera del matrimonio. Pretendiendo defender a la minoría subyugada de origen africano, repiten un insulto a la mujer, un vilipendio a la condición de madre, no sometida a las leyes del Patriarcado. Han hecho un pan como unas tortas. O, han desvestido a un santo para vestir a otro. Estulticia suprema sin lugar a la duda.
Cervantes fue hidalgo, lo que quiere decir de buena cuna conocida y familia cristiana con ancestros en Galicia y cercanías, sin morerías, ni juderías ninguna. Y conste que en sus escritos honró a tales etnias. Sin embargo, el indudable bastardo Juan de Austria, nacido Jeromín, no fue rey de Túnez porque su hermanastro Felipe II no juzgó a un ilegítimo con derecho a fundar dinastía. Cervantes, hijo legítimo de cirujano ambulante por las Castillas todas de entonces, tampoco fue rey. Paradojas aparentes.
El Hidalgo habrá sonreído ante la injuria. No ofende quien quiere, sino quien puede. Los del spray rojo no alcanzaban, ni el subsuelo de los borceguíes del excautivo de Árgel. Se toman venganza por la muerte de una persona cuyos antepasados fueron esclavos, injuriando a alguien que fue esclavo casi cinco años. Insultan a una mujer e insultan a un esclavo. Y lo ignoran. Y morirán ignorándolo. Necesitarían penar dos vidas para paliar el error. Digo el error, porque daño, tan sólo el coste del material de la fundición, han hecho. Se supone que el artista ya cobró cuando modeló y fundió su grupo escultórico.
Pues eso, para reivindicar la libertad y la venganza ofenden e injurian a una mujer, la madre del hidalgo español, y a uno que fue esclavo, el propio Cervantes. Tope de subhumanidad. Vale.
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