BY · 06/10/2016
“¿cómo se llega a la convicción que hace de un español un independentista?, ¿cómo se llega a ello después de muchos años de no serlo?, ¿qué historia hay tras cada uno de ellos? ¿qué mentiras hay en la génesis de esa convicción?”.
No acostumbro a referirme a las estupideces, bobadas, imbecilidades, majaderías y memeces que un día sí, y otro también, eructan indecorosamente estólidos personajes como el diputado cordobés de Junts Pel Sí, Eduardo Reyes, el mentecato portavoz del mismo grupo, Jordi Turull, o el astroturfer Presidente de la Generalidad de Cataluña, Carlos Puigdemont. Son casos perdidos, incompatibles con el entendimiento, con el discernimiento, con la inteligencia.
Sin embargo, sí me interesa reflexionar sobre el hecho de que tantos españoles en Cataluña se hayan convertido en independentistas. Descartados los factores genéticos a los que alguno de ellos alude de forma indisimulada, he de suponer que las causas han de buscarse en la psicologia de la convicción, de la fe.
Friedrich Nietzsche, en su obra “Humano, demasiado humano”, planteaba la conveniencia de considerar si las convicciones no serían enemigos más peligrosos de la verdad que las mentiras. Insistía posteriormente (en “El Anticristo”) en esa idea y se preguntaba formalmente si “existe en absoluto una antítesis entre mentira y convicción”. Hecha esa consideración, cabe preguntarse: ¿cómo se llega a la convicción que hace de un español un independentista?, ¿cómo se llega a ello después de muchos años de no serlo?, ¿qué historia hay tras cada uno de ellos? ¿qué mentiras hay en la génesis de esa convicción?.
Para los más jóvenes, la convicción llega a través de un simple cambio de personas: en los hijos deviene convicción lo que en los padres era mentira (España nos roba, el Estado nos oprime, la guerra civil fue de España contra Cataluña). Para las personas de partido, la mentira es un hecho consustancial, una necesidad que justifican por la existencia de una finalidad: mienten porque buscan el bienestar y la libertad para el pueblo. Para otros, la convicción llega a través de la perversión del lenguaje, redefiniendo palabras y conceptos (democracia es poner las urnas aun cuando se retuerza la ley); o construyendo burdas falacias a lo Gabriel Rufián (No conozco sitio más inclusivo que Catalunya, que tuvo a un presidente de la Generalitat cordobés), …
En Cataluña, cada 11 de septiembre, el independentismo exhibe su poder sobre las masas. Es toda una manifestación de que las convicciones independentistas no admiten dudas ni excepciones. Y que no están construídas para transmitir verdades incontestables, sino para inculcar una ideología nacionalista radical, construída por, y a medida de, unos pocos iluminados que pretenden hacer del pueblo una secta y devolver el individuo a la tribu.
Afortunadamente, a pesar de todo ello, a pesar de Reyes, Turulls y Rufianes, cada día somos más los que apostamos por no entrar en esa cárcel, los que sabemos que la conducta masificada no es libre ni independiente, los que sabemos que, pese al alto precio que podemos pagar desafiándolos, estamos dispuestos a pensar con libertad. ¿Lo estás tú también?
José SIMÓN GRACIA
Créditos:
fuente: http://josesimongracia.es/
© Todos los derechos reservados 2.016
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