jueves 29 de julio de 2010
Vista aérea de El Estacio, Mar Menor (Región de Murcia)
Escribo esta crónica desde El Estacio, un enclave en medio de La Manga del Mar Menor. Siempre me interesaron, por deformación profesional, las etimologías. Estacio es palabra latina pre-castellana. Mozárabe por mal nombre. Viene, por supuesto, del latino “stare”. Y significa enclave fijo, más o menos; lugar asimilado a quedarse quieto. Ya digo: más o menos. Por toda la zona hay topónimos que no siguieron la norma castellana de evolución: Gorguel, Fausilla, Portman… Y muchos otros que se podrían resucitar si alguien se decide a traducir la obra del cartagenero Al Qartayanní, del siglo XIII, “Qasida Maqsura”, que alude a otros muchos topónimos pre-árabes del Campo de Cartagena. Aquí hubo romanos, luego árabes y mucho después castellanos.
El Estacio es la isla principal, casi en medio de La Manga, que se extendía frente al litoral de tierra firme, desde Lo Pagán hasta Cabo de Palos. Las otras eran el Monte Blanco, el Galán, el Pedrucho y el Pedruchillo. Luego, la geología fue uniendo dichas islas por “mangas” de arena, desde la mitad del pasado milenio. Y así se hizo La Manga. Antes de aflorar la arena, los espacios interislas serían bajíos innavegables. El Estacio era la más grande de todas, frente a la Isla Grossa. Muy llana: las demás, montuosas. Al cabo se utilizó para establecer el paso de agua para barcos, en tiempos contemporáneos.
El Estacio es la isla principal, casi en medio de La Manga, que se extendía frente al litoral de tierra firme, desde Lo Pagán hasta Cabo de Palos. Las otras eran el Monte Blanco, el Galán, el Pedrucho y el Pedruchillo. Luego, la geología fue uniendo dichas islas por “mangas” de arena, desde la mitad del pasado milenio. Y así se hizo La Manga. Antes de aflorar la arena, los espacios interislas serían bajíos innavegables. El Estacio era la más grande de todas, frente a la Isla Grossa. Muy llana: las demás, montuosas. Al cabo se utilizó para establecer el paso de agua para barcos, en tiempos contemporáneos.
Pero Estacio es también el nombre de un poeta romano del Siglo I d.C. A él debemos la leyenda del Talón de Aquiles. El héroe argivo no muere en La Iliada, que por cierto fue el inevitable encuentro entre hititas y aqueos. Éstos, los aqueos, iban a terminar con el pirateo troyano a los cargueros griegos con el trigo de la Cólquida, georgiano y ucraniano que diríamos hoy. La conseja de Tetis, madre de Aquiles, bañando al niño en la Laguna Estigia para proporcionarle inmortalidad, y dejando por descuido el talón sin mojar, es autoría de este Estacio que decimos. La flecha es lanzada por Paris, el raptor de Helena, trasunto acaso del pirata “Drake” de aquellos tiempos, que se quedaba con el rubio trigo (trasunto de los rizos de Helena) proveniente del Ponto Euxino, Mar Negro que decimos hoy, y Mar Preta que bautizaron sefardíes avecindados en la zona cuando la expulsión de los RR.CC.
Así pues, en honor a las primeras voces latinas oídas por aquí, y del eximio poeta, quede el término para la inmortalidad. Vale.
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