Quien piense que fue Aznar el injuriado en esta historia, se equivoca y mucho: él ha sido el injuriador. Así contarán el episodio, qué digo, ya lo
están contando, quienes han hecho del odio a Aznar el fundamento de
sus actitudes políticas.
Una vez, en un tranvía de Varsovia, el filósofo Leszek Kolakowski escuchó la orden siguiente: "¡Avancen hacia atrás, por favor!". Aparte de los viajeros de aquel vehículo, parece que también oyeron y obedecieron la paradójica instrucción muchos pasajeros de la izquierda española. Sin embargo, ni el antifranquismo retrospectivo ni el republicanismo sobrevenido ni ninguna otra de las marchas hacia atrás que han emprendido nuestros regresistas desatan la furia de pasiones que concita la figura de Aznar. El paso del tiempo sólo las acentúa y así, en la Universidad de Oviedo, el ex presidente hubo de pronunciar una conferencia bajo un torrente de improperios, lo que afianza la sospecha de que la civilización se ha ido retirando de aquellas, otrora nobles, instituciones del saber.
A Aznar le llamaron terrorista y criminal de guerra y asesino, individuos que ingirieron sus primeras litronas con los aditivos intoxicantes que fabricó el PSOE para que las criaturas creyeran que el señor del bigote tiraba bombas para matar a niños en Bagdad y se relamía al hacerlo. Los reventadores del acto fueron, asegura El País, "un grupo de jóvenes", vaya la inocencia juvenil por delante, pero al igual que sus mayores son fieles a la perversa noción de que no hay más terroristas que aquellos que combaten el terrorismo. Si, como Aznar, son víctimas del terrorismo, con más motivo aún. Larga vida ha tenido aquella consigna –¡Vosotros, fascistas, sois los terroristas!– que resume el desorden moral de la izquierda ante el fenómeno del terror y, en particular, ante ETA.
Lejos de inclinar la cabeza y pedir perdón por existir, Aznar saludó a la hostil afición con un gesto que el periódico mentado califica de "insultante". Y es que para insultar, Aznar. Sus columnistas de guardia ya estarán afilando el cuchillo para resaltar cuán grosero fue el ex presidente y qué poco respeto mostró por la libertad de expresión de unos universitarios que ejercitaban su legítimo derecho a la crítica. Pues quien piense que fue Aznar el injuriado en esta historia, se equivoca y mucho: él ha sido el injuriador. Así contarán el episodio, qué digo, ya lo están contando, quienes han hecho del odio a Aznar y, en definitiva, del odio, el fundamento de sus actitudes políticas.
A Aznar le llamaron terrorista y criminal de guerra y asesino, individuos que ingirieron sus primeras litronas con los aditivos intoxicantes que fabricó el PSOE para que las criaturas creyeran que el señor del bigote tiraba bombas para matar a niños en Bagdad y se relamía al hacerlo. Los reventadores del acto fueron, asegura El País, "un grupo de jóvenes", vaya la inocencia juvenil por delante, pero al igual que sus mayores son fieles a la perversa noción de que no hay más terroristas que aquellos que combaten el terrorismo. Si, como Aznar, son víctimas del terrorismo, con más motivo aún. Larga vida ha tenido aquella consigna –¡Vosotros, fascistas, sois los terroristas!– que resume el desorden moral de la izquierda ante el fenómeno del terror y, en particular, ante ETA.
Lejos de inclinar la cabeza y pedir perdón por existir, Aznar saludó a la hostil afición con un gesto que el periódico mentado califica de "insultante". Y es que para insultar, Aznar. Sus columnistas de guardia ya estarán afilando el cuchillo para resaltar cuán grosero fue el ex presidente y qué poco respeto mostró por la libertad de expresión de unos universitarios que ejercitaban su legítimo derecho a la crítica. Pues quien piense que fue Aznar el injuriado en esta historia, se equivoca y mucho: él ha sido el injuriador. Así contarán el episodio, qué digo, ya lo están contando, quienes han hecho del odio a Aznar y, en definitiva, del odio, el fundamento de sus actitudes políticas.
Cristina Losada es uno de los autores del blog Heterodoxias.net.
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