El pasado domingo 25 de Mayo, José Antonio Melgares, Primero de los Caballeros de Nuestra Señora de la Arrixaca, leyó en mi nombre el presente texto que compuse en el marco de los "piropos" que los Caballeros Arrixacos hemos de dedicar a nuestra Patrona. Imaginé al propio Don Alfonso, el rey sabio, explicando el milagro narrado en la Cantiga 169 del Códice del Escorial, terminando con unas jaculatorias rimadas a Nuestra Señora.
Nos, Alfonso de Borgoña y Hohenstaufen, Décimo de los de mi nombre, rey de Castilla y de León, y de Galicia, y de Sevilla y de Jaén, y del Algarve y de Murcia, Emperador fidedigno del Sacro Imperio Romano Germánico, asomado al alto alminar de la Torre Castillo de Aledo, en este día nublado del otoño de uno de mis postreros años de reinado, y tras haber dictado a mi escribiente la Cantiga de Nuestra Señora de la Arrixaca, en el idioma gallego de mis años de infancia y adolescencia, DOY en contemplar este hermoso valle que se extiende entre Lorca y Murcia. En esa ciudad, capital del Reino que Santa María me concedió por su Gracia y Voluntad, habrá de reposar mi corazón. Tierra bendecida por Ella desde que en La Arrixaca, o Arrabal de la ciudad de Murcia, morase su Imagen aun en tiempos moros.
Cuento en las rimas de esta Cantiga, en el hermoso idioma gallego escrita, cómo fue que, desde los tiempos del Rey Lobo, allí morara Santa María. El Rey Lobo, aquel buen rey mursí que hace, ahora una centuria, tratos tuviera con los reyes mis abuelos, Don Sancho III de Castilla y Doña Blanca de Pamplona. Adorada y venerada era Santa María en la Murcia de este rey muslim, por los comerciantes que desde Pisa, Génova y Sicilia venían a comerciar con los sarracenos de estas tierras. Respetaron a la Señora, luego, feroces almohades y aun el Rey Abenhud, de quien el reino pasó a nuestras manos por voluntad de Santa María. Más tarde, cuando El Rey Jaime I, de gran prez, tomó la Madina Mursiya, moros notables vinieron a pedirle la Capilla, pues que cristianos habían tomado la Mezquita Aljama. Cedió el aragonés, y aun yo cedí, porque bien valía Mezquita para hacer Catedral a cambio de capilla exigua; en sacando fuera, eso sí, imagen de Santa María. Pero hete aquí que los buenos moros, al saber que era Capilla de la Señora, deshicieron propósitos y dejaron estar a Santa María. Ellos creían prudencia, pero mi saber de Rey y aun más de pasional devoto de Nuestra Señora, conoce bien que fue Ella quien puso cambiar de idea en el corazón de aquellos mursíes principales; desde años atrás vasallos del Rey Don Fernando III, mi señor padre y Rey de Castilla. ÉSE FUE EL MILAGRO: la voluntad de cuatro reyes, dos moros, Ibn Mardenix, Ibn Hud, y dos cristianos –Don Jaime de Aragón y yo mismo, Alfonso de Castilla– supo ser doblegada por la fuerte querencia de esta tierra –y de su Capilla– que demostrara Santa María. Siempre quiso, desde que entró en Murcia, quedarse para siempre, y a Ella, es mi voluntad pensar, le debe Castilla haber puesto su pendón de torres y leones en el Alcazar Mayor.
Y ahora, antes de que regrese el escribano de descansar y solazarse con la mesnada mía, quiero componer de mi puño y letra, estas letanías castellanas, que habré de escribir en los márgenes de los pergaminos de la Cantiga:
Santa María del Arrabal,
a tu Hijo Divino
pídele nos libre del Mal
Santa María del Arrabal
sé Valedora nuestra
en el día del Juicio Final
Santa María del Arrabal
intercede por nosotros
ante tu Hijo Amado Divinal.
Santa María del Arrabal,
de Murcia por siempre
Patrona y Señora Natural.
Santa María del Arrabal,
sentada en el trono
con tu manto de azul celestial.
Santa María del Arrabal
de tu piedad esperamos
recibir la Gracia Capital.
Santa María del Arrabal,
de la Murcia Castellana
Reina Inmaculada y Virginal.
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