on SÁBADO, 1 DE SEPTIEMBRE DE 2018 •
Les preocupants similituds entre la vida sota el nazisme i la vida sota el prusés.
Dan Hitchens, editor de The Catholic Herald, reflexiona en First Things sobre cómo se manifiesta el mal y cómo podemos resistirlo. I ho fa fent servir l’exemple de 2 resistents al nazisme: Dietrich von Hildebrand (vell conegut dels dolços) i Sebastian Haffner. Veamos algunas de las consideraciones de Hitchens sobre las “pruebas psicológicas de la resistencia”.
- El nazismo se adueñó de todos los ámbitos sociales: “La memoria de Haffner evoca la naturaleza omnipresente del nazismo. “Se filtraba por las paredes como gas venenoso”, escribe. Trabajo, ocio, familia y amistad no eran refugio”. Li sona, oi?
- Todo parece normal, pero surge el odio. “Cuando Hitler se convierte en canciller, la vida parece seguir con normalidad: las tiendas siguen abiertas, los cines y salas de baile todavía siguen llenas. Y sin embargo, escribe Haffner, las conversaciones privadas pronto se ven infectadas por “una nueva intolerancia y una encendida disposición a odiar”. Igualet que a casa nostra, escolti.
- La política lo llena todo y se rompe el amor social.“La gente es arrastrada, primero por intimidación y después por la intoxicación de ser parte de un movimiento, hasta que los acontecimientos normales y cotidianos parecen cargados de significado ideológico. Había una “inexorable presión para pensar en política constantemente”. Una conversación entre amigos se convierte en una discusión, luego en una tensa disputa, y después en una amenaza abierta de ser denunciado a la Gestapo”. Es lo que se vive diariamente aquí.
- Por qué algunos resistentes se rinden: “Von Hildebrand reflexiona con frecuencia sobre la psicología de la resistencia y la rendición. “Hay un momento”, escribe, “en que la intimidación y la parálisis alcanzan tal grado que uno se vuelve pasivo frente a algo dañino, ya no resiste activamente, aunque la posibilidad de resistencia todavía existe”. La gente empieza a creer que la historia se despliega inevitablemente, que se puede aprovechar una situación mala. O sencillamente se agotan”. Tots en coneixem algú que no ha pogut resistir la invasió de xurros grocs, la pressió de TV3 o de la dona fanatitzada.
- El govern ens va acostumant a la maldat. “En 1935, von Hildebrand escribió en un artículo que un gobierno puede acostumbrar gradualmente a sus ciudadanos a la brutalidad: “Su indignación inicial amainará (…) imperceptiblemente bajarán sus propios criterios éticos”. La Gene en sap molt d’això.
- No hay que hacer concesiones, y menos lingüísticas.“Von Hildebrand escribe sobre “la terrible tentación de dejarse arrastrar a concesiones”. Esas concesiones son a veces lingüísticas”. Los dolços ya sabemos de qué va.
- No vale ser neutral, hay que oponerse incondicionalmente sin desanimarse. “Von Hildebrand decía a sus amigos que, incluso interiormente, uno debía cuidarse de adoptar una posición neutral: la oposición debe ser “incondicional”. Pero conlleva el riesgo -añade- de hundirse en la amargura y el desánimo”. Es el espíritu dolço.
- No hay que menospreciar la determinación del nacionalismo. “Haffner señala que, incluso entre los que odiaban a los nazis, había falsos “remedios”. Algunos, dice, especialmente la generación mayor, se retiraba en la “superioridad”: se burlaban del infantilismo y estupidez del régimen”. No és pas un suflé, senyors de Madrit.
- Jamás caer en la amargura y el derrotismo. “Otra tentación es la “amargura”: volverse adicto al pesimismo y la rabia. Para los amargados, “las cosas terribles que están pasando se han convertido en esenciales para su bienestar espiritual. Sólo les queda el placer de deleitarse en la descripción de hechos espantosos, y es imposible hablar con ellos de cualquier otro tema”. Esto puede conducir a la gente a la locura, o a una rendición desesperada”. La vida es maravillosa para los libres de nacionalismo.
- Jamás evadirse con ilusiones. “Una tercera tentación, que Haffner dice que fue la suya, es la opuesta: pasar de la amargura a la ilusión. (…) Para la mayoría de estos escritores escapistas, cuenta Haffner, la cosa acabó en depresión”. El nacionalisme és ben real i podem somiar truites.
I una darrera observacio: Ojo con equiparar todo al nazismo. “Sí, hay demasiadas comparaciones nazis. Los demócratas son Hitler, los republicanos son Hitler (…) el escepticismo del cambio climático no es sólo imprudente, sino una forma nazi de pensar (…) Todo esto muestra una forma pobre de pensar. Pero también que necesitamos algún tipo de lenguaje ético compartido”. Por eso para superar el nacionalismo es urgente huir del relativismo y recuperar la claridad moral. Si es que al final todo tiene que ver con la verdad, el bien y la belleza, escolti.
Pues ahí lo tenemos. Las semejanzas del prusés con el nazismo no son un invento, como se demuestra leyendo las experiencias de potentes intelectuales que sobrevivieron a Hitler. Serà dur i llarg, però superarem el nacionalisme.
Dolça i resistent Catalunya…
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