Algunos de los descubrimientos más asombrosos de la arqueología revelan aspectos perturbadores de la antigüedad
Cada cierto tiempo, los arqueólogos sorprenden al mundo con
 asombrosos hallazgos que desvelan cómo eran las culturas más antiguas 
del planeta. Sin embargo, algunos de esos descubrimientos revelan 
detalles perturbadores que, lejos de dar respuestas, conducen a más 
preguntas. Gracias al blog «Ojo científico», hoy descubrimos cuatro hitos de la arqueología verdaderamente inquietantes:
1.-Extraños sacrificios de acróbatas
La revista «Antiquity» publicó en 2008 el hallazgo de unos 
restos humanos en una cueva situada en el noroeste de Siria. Los 
esqueletos, que pertenecían a al menos tres personas que murieron 
sacrificadas hacia el año 2300 a.C., estaban dispuestos en extrañas 
posiciones y se les había arrancado el cráneo. Tras analizar los huesos,
 los investigadores determinaron que se trataba de acróbatas debido al 
atípico desarrollo de huesos y ligamentos. Los expertos apuntan a que 
podrían encontrarse más restos relacionados con este tipo de 
entretenimiento.
2.-Las momias que gritan
En 1886, el arqueólogo Gaston Maspero descubrió una extraña
 sepultura, en la que no constaba ningún tipo de identificación de su 
ocupante. En su interior, descubrieron una momia cubierta por lana de 
oveja y con las piernas y brazos atados. Sin embargo, lo más perturbador
 era que lo que quedaba de su rostro tenía una profunda expresión de 
desesperación y estaba profiriendo un grito con toda su boca abierta.
En aquel momento las teorías para tratar de explicar ese 
gesto fueron desde el envenenamiento o la tortura justo antes de la 
muerte, hasta que la persona hubiese sido enterrada bajo los efectos de 
la catalepsia. Sin embargo, la causa de esta horrible expresión, que 
posteriormente ha sido encontrada en otras muchas momias más, está en el
 proceso de descomposición de la carne, que provoca una caída de la 
mandíbula, dejando la boca abierta como si se tratara de un perturbador 
grito desesperado.
3.-El moa de las cuevas del monte Owen
Un grupo de investigadores exploraba la vasta red de cuevas
 subterráneas de las inhóspitas regiones montañosas de Nueva Zelanda, 
cuando bajo el monte Owen se encontraron con una especie de garra que 
parecía haber pertenecido a un ser monstruoso.
El inquietante hallazgo, formado por una serie de huesos 
extraños aún unidos por una capa de piel, resultó ser la pata de una ave
 no voladora conocida como dinornítido o moa, de más de 3.000 años de 
antigüedad. Aunque su extinción se produjo hace alrededor de cinco 
siglos, el susto que se llevaron los espeleólogos en 1986 es más que 
comprensible.