EDITORIAL 22.06.2009
ESTA SÍ QUE es una de espías. La noticia que hoy publicamos supone sin duda un salto cualitativo en el escándalo de la presunta utilización de fondos públicos para fines privados por parte del director del CNI. Y al igual que la primera entrega de hace una semana cuando desvelamos la foto trucada para ocultar la efigie de Alberto Saiz exhibiendo su pedazo de pez espada en la cubierta de un catamarán en Senegal, lo grotesco antecede a cualquier otra consideración.
La mayoría de los españoles asocian la «máquina de la verdad» con aquel programa televisivo de Julián Lago -de triste actualidad por el grave accidente que le mantiene en coma en Paraguay- y creen que «el polígrafo» es el fulano que la manejaba. Los más iniciados en las técnicas de los servicios de espionaje saben, sin embargo, que ambas denominaciones se refieren a un mismo artilugio cuya fiabilidad científica para averiguar quien miente continúa muy en entredicho, pese a los últimos avances tecnológicos.
No faltará quien piense que la adquisición por el CNI hace siete años de un polígrafo de última generación fue un gasto extravagante. Pero si en algún caso ha servido para obtener información útil en la lucha antiterrorista o para cualquier otro empeño de la seguridad nacional, bien hallada sea la pintoresca maquinita. Lo inaudito es que se utilice para llevar a cabo una humillante y chapucera caza de brujas interna sin conexión alguna con los intereses nacionales.
Porque las denuncias encauzadas a través de nuestro periódico no atañen a la seguridad nacional sino a la integridad personal del director del centro. Lo filtrado no son documentos comprometedores para el Estado o un país aliado, sino episodios muy embarazosos para un cargo público con nombre y apellido.
Al hacer pasar a agentes con meritorias hojas de servicio por esas horcas caudinas seudotecnológicas, Alberto Saiz lleva camino de convertir el CNI en el hazmerreír de la comunidad internacional de inteligencia. Pero a cambio se ha delatado a sí mismo, pues esta flagrante utilización de un sofisticado medio público para tratar de tapar sus vergüenzas personales, no sólo pone en cuestión su equilibrio emocional y su criterio profesional, sino que viene a corroborar la verosimilitud de todas las demás denuncias. En efecto, este señor no distingue los límites entre sus caprichos y conveniencias y los intereses generales a los que sirve.
Hasta ahora, EL MUNDO se había limitado a solicitar al Gobierno una investigación a fondo sobre los hechos denunciados. De forma que si resultaran ciertos, Saiz fuera destituido y en caso contrario se produjera un respaldo expreso a su conducta. Lo de hoy cambia las cosas y se nos ocurre que, de cara a su comparecencia de mañana ante la Comisión de Secretos Oficiales, sólo caben dos alternativas: o bien Saiz zanja el asunto con una dimisión honorable, o bien se somete él mismo a una sesión del polígrafo televisada en directo: ¿Qué gastos han ocasionado al CNI las cacerías y salidas a pescar en todos los países exóticos que ha visitado? ¿Ordenó usted que dos agentes con gafas de buceo provistos de cepillos limpiaran las paredes de su piscina particular? ¿Suele comprar el CNI toda la cosecha de patatas de sus familiares en Galicia? ¿A cuántos sobrinos tiene colocados?
Se batirían récords de audiencia y se crearía un precedente. ¡La máquina de la verdad como forma de control parlamentario! Los siguientes serían Chaves y Bárcenas.
fuente: EL MUNDO