Andaba hace un rato leyendo unos poemas de los que cierto daño viejo se me debe, ya que son de un antiguo enemigo de juventud. Enemigo involuntario, pero contra alguien, y en ese momento de palacios de cristal reventados y postpubertad sacudida, tenía que lanzar mis desconsuelos. Alguien que apenas conocí de pasada y que me arrebató la inocencia de creer en el primer amor. Y muy bien que hizo. Y nunca sabrá cuánto peso.
Leyendo su 'egolástica' recolección de monótonos versos, en la que además se pone de manifiesto el mayor de sus pedofílicos deseos, me ha goteado el colmillo poético, hace ya bastantes días seco, y me encuentro fantaseando con pertenecer a otro tiempo. El tipo, además, da lecciones de cómo salir victorioso de la adolescencia.
Y así, con esta discreta 'prosa rimosa', y el meme que recuerda otras rencillas de mayor rapsodia que la mía, y que el tiempo en España es un círculo cañí de aliteraciones en salsa de calamar caducada, me descojonaré como aquel día, en el que me crucé por vez primera con semejante dueto.
Con Quevedo y Góngora, y de su nariz -la del "poeta contemporáneo", esta vez-. Con toda la mala hostia vecinal que ellos se tenían.
Hilario Martínez Peñafiel