9 de septiembre de 2009
Ana I. Martín
El presidente del Gobierno no logró arrancar los primeros aplausos hasta mediado su discurso, insípido y repetitivo. El líder del PP le tomó la delantera con una propuesta de pacto global.Veinte largos minutos. Fue el tiempo que tardó José Luis Rodríguez Zapatero en arrancar los primeros aplausos entre la bancada socialista durante su comparecencia ante el Pleno del Congreso para hablar de la evolución de la crisis económica. Al presidente se le han acabado los conejos de la chistera y ya no ilusiona ni a los suyos. Caras largas en las filas del PSOE –donde había muchas ausencias- durante y al término de un discurso insípido en el que Zapatero contó más de lo mismo.
Repasó las medidas ya puestas en marcha por el Gobierno (Plan E, Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria, la ayuda de los 420 euro…), reiteró por enésima vez que ya hemos dejado atrás la fase "más aguda" de la crisis y advirtió, para no pillarse los dedos, de que el desempleo y la pérdida de tejido empresarial "perdurarán durante algún tiempo después de que se haya afianzado la recuperación".
Cuarenta y cinco minutos de intervención interrumpida en sólo dos ocasiones por los tímidos aplausos de los suyos y en la que únicamente esbozó como novedad esa Ley de Economía Sostenible a la que el Gobierno va a aferrarse como un clavo ardiendo para sacar adelante los Presupuestos del próximo año. Sostenibilidad económica para mejorar la competitividad de las empresas españolas y la eficiencia de las administraciones públicas; medioambiental, con el impulso a las energías renovables y una política urbanística y de vivienda "más racional"; y social, bajo el principio de la igualdad de oportunidades.
Quiso Zapatero pasar de puntillas por esa subida "moderada" de impuestos que se avecina y que según él "quedará por debajo del 1,5% del PIB para el conjunto de las administraciones públicas. E intentó por último tomar la iniciativa proponiendo al Partido Popular un pacto en las materias de educación y energía.
Lo hizo dirigiendo la vista a Mariano Rajoy, que en ese momento ni le miraba. Estaba enfrascado en sus apuntes, repasando sus notas con Soraya Sáenz de Santamaría y haciendo incorporaciones de última hora tras escuchar lo que el presidente tenía que decir. El líder de la oposición esperaba con ganas el primer cara a cara del curso parlamentario, con el viento más a favor que nunca. Esta vez Zapatero no pudo noquearle con ninguno de esos ases en la manga que tanto le gusta sacar porque en esta ocasión no los tenía.
Rajoy apuntó y disparó con fina puntería desde los primeros compases de su intervención. Hasta once veces tuvo que interrumpir el discurso por los aplausos de la bancada popular, donde las caras y gestos distaban mucho de las del bando contrario. "Confundir la desaceleración del ritmo de deterioro con una mejoría no es un error. El presidente del Gobierno de España no puede incurrir en una confusión tan grosera. Por lo tanto no es que usted esté confundido sino que intenta confundir a los demás", le recriminó el presidente del PP.
El líder de la oposición desmontó con cifras las medidas meramente "paliativas" que el Gobierno ha ido poniendo en marcha y le echó en cara el incremento del déficit y el paro, el descenso del consumo y de las inversiones y las miles de empresas que se han visto obligadas a cerrar. "Y usted instalado en una especie de Arcadia feliz vislumbrando ya un mundo maravilloso. Señoría, esto le hace perder credibilidad a usted y a su Gobierno".
Rajoy cargó contra la subida de impuestos, porque "o hay ninguna capaz de tapar el agujero que usted ha creado" y le tomó la delantera ofreciéndole lo que llamó "un gran pacto para reducir el gasto del conjunto de las administraciones públicas", pero le puso una condición previa: no aumentar la presión fiscal. "Le rogaría que no vuelva a utilizar el latiguillo de la oposición que no arrima el hombro y que escurre el bulto a la hora de contribuir a sacar a España de la crisis", le pidió.
En ese momento, de la hasta entonces aletargada bancada socialista comenzaron a escucharse los primeros murmullos, como también cuando el líder de los populares acusó a Zapatero sin pestañear de haberse convertido en "el lastre principal de la economía española" y en "el principal obstáculo para su recuperación".
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