Cuando esta mañana he leído las declaraciones de Hugo Chávez afirmando que, pese a haber crecido el PIB venezolano un escaso 0,3% en el primer trimestre, “la crisis financiera global no ha tocado ni un pelo a su país”, me he temido lo peor.
Está claro que crecer aunque sólo sean unas décimas (sus cálculos preveían un aumento en 2009 del 6%) en el contexto global de recesión generalizada, ya es un éxito, pero cuando este personaje aparece en los medios de comunicación alardeando de la situación económica de su país... malo.
Efectivamente, tan sólo han tenido que pasar unas horas para que llegara a los periódicos la cruda realidad venezolana. Según publica Capital News, en su sección Observatorio Latinoamericano, la petrolera estatal de Venezuela (PDVSA), en manos de Chávez, está atravesando por importantes problemas financieros. Es más, según afirma Ana Zarzuela (la periodista que firma la noticia) “PDVSA ya no tiene ni para sostenerse a sí misma".
Según la periodista, la petrolera bolivariana está echando mano de todo lo que tiene a su alcance para maquillar un pasivo de más de 24.000 millones de dólares: paga el 20% de sus impuestos en barriles al Tesoro venezolano, ha metido la mano en la Caja de Ahorros de sus empleados, emite bonos por 2.500 millones de dólares, deja a deber a los proveedores y contratistas más de 5.000 millones de dólares, recorta un 20% de los sueldos y rebaja sus gastos y sus inversiones en un 60%. .
Sus seis grandes proyectos estrella de Anzoátegui y Sucre están paralizados y por segunda vez, ni la Faja del Orinoco llega a tiempo ni tiene quien lo compre.
Incluso la banca estatal de Venezuela ya ha tenido que dar a PDVSA más de 2.000 millones en préstamos para el pago inmediato de nóminas y deudas.
¿Cómo se ha podido llegar a esta situación? Pues porque era imposible que las cosas pudieran salir bien. La política populista de Chávez lleva camino de conducir a toda Venezuela a la quiebra.
Cuando llegan al poder, la primera misión de estos “mandatarios” es aplicar una política nacionalizadora de las empresas privadas, ya sean multinacionales o del mismo país. Su mensaje siempre es el mismo: “todo lo que hay en nuestro país es para nuestro pueblo”, que queda muy bonito en un discurso pero resulta un completo desastre en la realidad.
Por regla general, cuando una empresa se nacionaliza, sus beneficios pasan directamente al estado. Se deja de invertir, de realizar provisiones, de investigar... “todo para el pueblo”.
Mientras las cosas van bien (como ha sido el caso del elevado precio del petróleo), los mandatarios populistas tiran de chequera y malgastan los beneficios (todos conocemos los “regalos” que ha efectuado Chávez en los últimos años), pero cuando la situación se tuerce es cuando salen a la superficie todos sus desmanes.
Las nacionalizaciones provocan un sentimiento falso de riqueza. De golpe, el dinero surge a borbotones y da la sensación de que la prosperidad será infinita. Pero la falta de planificación y, generalmente, una mala gestión, provocan que esas empresas dejen de ser rentables y los productos que producen pierdan calidad y aumenten desmesuradamente de precio. Al principio, la población lo podrá pagar con el maná de la nacionalización, pero esta compra “alocada” provocará una alta inflación que, con el tiempo, hará “intocables” los productos de esas empresas, lo que las puede llevar al cierre.
Es en ese momento cuando la empresa necesita echar mano de sus provisiones (que no se ha preocupado por tener) o disponer de una inyección económica privada (el estado en esos momentos ya no dispone de caja) para poder investigar y volver a recuperar la calidad y rebajar los precios. Pero, claro, ¿quién se va a atrever a invertir en un país que, cuando menos te lo esperas, te quita lo que es tuyo y lo nacionaliza?
Supongo que a estas alturas ya habrán descubierto de qué países estamos hablando: Venezuela ha perdido el 82% de la inversión extranjera directa desde 2001. Bolivia no le va a la zaga; se ha dejado un 80%.
Hoy estamos hablando de petroleras, pero pronto le seguirán los bancos, las cementeras...
Cuando entren en quiebra, ¿quiénes creen que sufrirán las consecuencias? ¿Hugo y Evo o el pueblo venezolano y boliviano?
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