Una ofensa que no puede quedar sin respuesta
Hasta ahora, las autoridades de nuestro país han hecho la vista gorda ante estos incidentes, limitándose a pedir a los agentes de la Guardia Civil que eviten el enfrentamiento y redacten informes sobre los hechos. Según esos informes, sus naves han sido interceptadas en varias ocasiones por buques británicos, que han llegado a bloquear su paso de forma intimidatoria.
Son habituales las protestas oficiales de España ante Londres por este tipo de hechos. Pero sólo un mal entendido sentido de la prudencia puede haber llevado al Ministerio de Asuntos Exteriores a no ser más enérgico, sobre todo cuando se ha producido una escalada de tensión por parte británica. Al consentir que la Royal Navy actúe así, el Gobierno comete dos errores. Permite que, de facto, Gran Bretaña se enseñoree de aguas españolas. Esa apropiación de nuestra zona marítima ha impedido ya en algún caso que las embarcaciones de la Guardia Civil realizaran tareas de vigilancia en la zona, obstaculizando así actuaciones para prevenir el narcotráfico. Cabe recordar que el Tratado de Utrecht estipula la cesión del Peñón, pero no de las aguas limítrofes.
Por otra parte, al aceptar la política de hechos consumados que impone la Armada británica se le da pie a que se envalentone y se reafirme en su actitud. Quizás eso ha influido en el ánimo de quienes el martes decidieron colocar una boya con la bandera española para tirotearla. Desde luego, sorprende que barcos de guerra hagan prácticas de tiro en una zona de tanto tráfico como es la del Estrecho, a menos que el objetivo sea simple y llanamente el de la provocación.
Toda vez que Zapatero ha sido el presidente español que más concesiones ha hecho a Gran Bretaña en el conflicto con Gibraltar -permitiendo incluso la primera visita oficial de un ministro de Exteriores a la colonia- y dado que no ha obtenido contrapartidas a cambio, tal vez ha llegado el momento de que el Gobierno español se replantee la estrategia. Por lo pronto, debería solicitar formalmente a Londres que abra una investigación sobre los hechos y, llegado el caso, sancione a los responsables, pida disculpas y obtenga el compromiso de que episodios así no se volverán a repetir.
Es impropio e insultante que militares de un país elijan como blanco de tiro la bandera de otro, pero resulta absolutamente inadmisible cuando hablamos de dos estados aliados y socios de la Unión Europea. Más aún, cabría añadir, después de que el presidente Zapatero haya apoyado a una británica prácticamente desconocida para ser la nueva superministra de Exteriores de la UE.
Por el bien de las relaciones bilaterales, el Gobierno británico debe dar cuanto antes una explicación convincente a España.
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