Director de La Cimbra
La historia de España y Portugal se asemeja a la de dos viejos vecinos que comparten parcela en viviendas adosadas y una pared común de 1.214 kilómetros de larga, pero que apenas se conocen, se hablan

La nueva Iberia, si se formara, sería el país más grande de la Unión Europea y continuaría siendo el quinto más poblado, pero con sesenta millones de habitantes, una población en sintonía con países como Francia, Reino Unido e Italia.
Un sondeo realizado por el diario “El Sol” en 2006 indicó que el 28 % de los portugueses eran partidarios de la unión de los dos países. Tres años más tarde, ese porcentaje se amplía hasta el 40 %, según el Centro de Análisis de la Universidad de Salamanca. Los españoles, por su parte, lo ven bien en un porcentaje que se acerca al 30 %. Y esto no ha hecho más que empezar.
Tanto los dirigentes políticos españoles como los portugueses no son ajenos a este nuevo sentimiento ibérico, y así los lazos entre ambos países se estrechan cada vez más. Compartimos ya importantes infraestructuras de transporte terrestre y colaboramos en proyectos comunes de desarrollo energético, industrial, comercial y administrativo. El camino de la unión parece despejado. No sé si Saramago verá cumplido su viejo sueño, pero lo que parece claro es que el sueño algún día se hará realidad. Y no pasará tanto tiempo.
Bienvenida sea la Unión Ibérica, Iberia, Espagal o Hispania. O simplemente España, la nueva España, estado federal surgido de la unión de los antiguos estados español y portugués integrado por dieciocho, que no diecisiete, comunidades autónomas y dos ciudades autónomas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario