martes, 3 de enero de 2017

ODA EN ESPAÑOL AL PARQUE BRYANT, NEW YORK

18 de Diciembre de 2.010

El autor, en Bryant Park, New York, Abril, 2010

 En el Parque Bryant huele a libro.
 Lo saben las platabandas y los arriates,
las hojas de los árboles de Abril
y los taxis de Nueva York amarillos.

 También los rascacielos,
y las sillas y mesas verdes
que a  miles abarrotan cuanto miro.

 Sentado en una de ellas,
ahí estoy, solo, con mi portátil, 
mientras escribo y escribo.

 Hace tiempo ya de aquello,
pero aún lo recuerdo 
como se recuerda a un amigo.

 El Parque Bryant es una gran 
caja con paredes de aire
que tiene por tapa y broche
la biblioteca pública de los neoyorkinos.

 A sus espaldas se abre el Parque,
custodiado por los rascacielos,
que hacen guardia 
como centinelas de castillo,
donde son caballeros los libros, 
damas son las estanterías 
y reyes absolutos los títulos.

 En el Parque Bryant huele a libro.

 Id a comprobarlo cuanto antes.
Escoged primavera,
cuando florecen allí los lirios
y trae el viento efluvios de verso,
y aromas de prosas.
E invisibles páginas
vuelan imaginarias
por el cielo de tus sentidos.

 En el Parque Bryant huele a libro; 
no a tinta fresca o a imprenta.
Es un olor interno, más grato
que el de la albahaca, el romero o el tomillo.

 Es el aroma esencial,
la sutil presencia de todo lo escrito,
que allí mora o duerme
el sueño inmortal de lo eterno
que ha encontrado el hombre,
soñando la selva prohibida de lo infinito.



En el tren Madrid-Murcia, 13,04 horas



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