lunes, 7 de noviembre de 2016

De noche en la Avenida Acacia



Melancólica luna, de alcohol y miel
creciente sonrisa de profidén sideral
atenta esta noche a Venus, cántale
que las demás estrellas le harán las palmas.
Manto opaco de brillantes arcas
quietud sonora e intercesora letanía
sortilegio soluto de espumosa nube
que rampa la nicturia por el insolvente mundo.
Arrecido asfalto sin cantar de ranas.
Moradas vendadas de ventanas moradas.
Tejas rojas y amarillentas persianas;
de par en par, unas abiertas,otras a cal y llanto cerradas.
Y tras hiriente y desvelado canto
de sirena anunciando basura,
son de olores que trae el camión-cascaruja.
Ralentiza el sonar del barco errabundo
que habita la turbia botella de orines del vagabundo.
Así, en tu lejano y cristálido castillo'apelúsate' niña, duérmete ya
mi bien,que todo son camas de plumas
con pompas de jabón de culo en pompa y sabor a membrillo.
Aunque nada importa si nada hay fuera
y sólo se sepa que nadar se sabe,
mucho mejor -para ahorrar aliento- es callarse;
ir cerca del banco de peces gordos, muy 'escondío'
siempre con la aleta puesta en no ahogarse
¡Ya que aún reventaras como un ciquitraque,
bajarán raudos la corriente del río!
Dos enamorados velan tu cadáver, acaramelados en el
número 28 de la Avenida de la Acacia,
pórtico E de la Gloria,
mientras los cangrejos golismean y sorben los vasos
sanguíneos de dos ojos reventados.

Hilario Martínez Peñafiel.



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