jueves, 10 de noviembre de 2016

Que no Iceta, Que Cataluña No es una Nación

Que no Iceta, que Catalunya no és cap nació


El “internacionalista” PSC se traga el principal dogma del nacionalismo.
Eiii com mola el selfi amb la cubana! Somunanacióoooooo!
Miquel Iceta, vividor de la política des dels anys 80, ha tancat el XIII Congrés del Partit Suïcida de Catalunya reafirmando que el PSC seguirá haciendo – como dijo con otras palabras Joan Tardà– de chacha del nacionalismo. ¿Qué sucede en el PSC? Que no puede dejar de ser nacionalista. Lo explicó muy bien Ramón de España:
“Maragall tuvo la oportunidad de intentar arreglar las cosas, tras 23 insoportables años de pujolismo, y lo único que hizo fue empeorarlas, sacándose de la manga un estatuto de autonomía que nadie le había pedido, pero que, ahora, mira tú por dónde, resulta que es la base de todo nuestro nacionalismo. (…) Sí, amigos, algo que se la sudaba a todo el mundo marca ahora el punto de no retorno entre Cataluña y [el resto de] España. Y ese es el principal legado de Pasqual Maragallhaber contribuido poderosamente a envenenar aún más el ambiente en Cataluña. ¡Muchas gracias, Pasquis!”.
Ahora Iceta sigue haciendo de Pasquis y proclama el nuevo dogma socialista, que es el viejo dogma nacionalista: “Catalunya és una nació”. Mira Miquel, aquí un hijo le explica a su padre por qué Cataluña no es una nación. I si vols pots llegir lo que te cuenta el impecable Jesús Laínz:
“Vayamos en primer lugar al momento en el que la nación española pudo haber dejado de existir, la invasión francesa de 1808 (…) ¿Y qué hicieron los catalanes en aquel momento en el que, dada la secesión que les puso en bandeja Napoleón, tan fácil habrían tenido abandonar la nación que, al parecer, no era la suya? Matar franceses y enviar sus representantes a las cortes gaditanas para elaborar la primera constitución española bajo la presidencia –¡vaya por Dios!– del catalán Lázaro Dou.
Uno de los más activos constituyentes fue el catalán Antonio Capmany, quien recordara desde la tribuna que la representación de los diputados es un mandato de la nación en su conjunto, no fragmentable por territorios:
“Nos llamamos diputados de la Nación y no de tal o tal provincia; hay diputados por Cataluña, por Galicia, etc., mas no de Cataluña, de Galicia, etc.”
También fue Capmany el autor de la más flamígera defensa de la nación española jamás escrita, su “Centinela contra franceses”, en la cual mencionó a la nación en treinta y dos ocasiones, todas ellas referidas a España y ninguna a Cataluña.
En todos los textos y proclamas emitidos por los catalanes durante la Guerra de la Independencia se empleó el término nación para referirse, sin ninguna excepción, a España. En concreto, la Junta Superior de Cataluña mencionó a la nación cuarenta y una veces, todas ellas referidas a España y ninguna a Cataluña. Y lo mismo, también sin excepción alguna, sucedió con las referencias a la guerra nacional, los intereses nacionales, las tropas nacionales, las autoridades nacionales y la libertad nacional.
Pero, retrocediendo un siglo hasta el 11 de septiembre de 1714, ¿qué sucedió en el momento clave en el que, según la fábula nacionalista, Cataluña perdió su independencia? Pues que el jefe militar de los sitiados, Antonio de Villarroel, se dirigió a pueblo y soldados de la siguiente forma:
“Hoy es el día en que se han de acordar del valor y gloriosas acciones que en todos tiempos ha ejecutado nuestra nación. No diga la malicia o la envidia que no somos dignos de ser catalanes e hijos legítimos de nuestros mayores. Por nosotros y por toda la nación española peleamos”.
En cuanto a Francisco de Castellví, participante en la redacción de la proclama de los Tres Comunes, que nunca ha sido leída a los asistentes a las Diadas (¿por qué será?), lamentó, en sus “Narraciones históricas”, principal fuente de conocimiento de aquella guerra desde el punto de vista austracista –que los gobernantes nacionalistas nunca han querido editar (¿por qué será?)–, que se tratara de una guerra civil en la que la nación española fue homicida de sí misma.
Y lo mismo puede decirse de los catalanes del siglo XIX –el economista Aribau, el filósofo Balmes, el historiador Balaguer, el inventor Monturiol, el político Pi y Margall,los militares Concas y Prim, los músicos Pedrell y Albéniz o los poetas Camprodón y Verdaguer– que en sus escritos emplearon siempre el concepto de nación para referirse a España, nunca a Cataluña.
En los años finales de aquel romántico siglo apareció un nuevo tipo de catalanes, caracterizados por su rechazo a la realidad catalana. El padre fundador, Prat de la Riba, explicó su voluntad tergiversadora desde la aparición de su temprano “Compendi de doctrina catalanista” (1894),
“en el que pusimos toda la nueva doctrina, omitiendo la terminología y sustituyéndola por la entonces más generalizada: bajo los nombres viejos hicimos pasar la mercancía nueva, y pasó (…) Evitábamos todavía usar abiertamente la nomenclatura propia, pero íbamos destruyendo las preocupaciones, los prejuicios y, con calculado oportunismo, insinuábamos, en sueltos y artículos, las nuevas doctrinas, barajando con intención región, nacionalidad y patria para acostumbrar, poco a poco, a los lectores””.
Miquel, t’has ben empassat el rovell de la doctrina nacionalista. Anda, ya puedes escribir mil veces: “Los catalanes son tan españoles como Dalí y Velázquez”, y ya si eso dejáis el odio y empezáis a hablar de solidaridad, generosidad, cohesión y bien común.
Dolça i espanyolíssima Catalunya


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