lunes, 10 de octubre de 2016

Muerte de Atila







 Los hipertensos siempre hemos sangrado por la nariz. Sobre todo en el cambio de estaciones. Mayormente en otoño; menos en primavera. Era como una maldición, llegados los cambios de tiempo. La versión más temprana que hay sobre la muerte de Atila, el Rey de los Hunos, el Azote de Dios, amén de otras lindezas de apelativos por los que se le conoce, dice que murió por una hemorragia nasal incontenida, pues dormía, la noche de una de sus bodas. Borracho, se durmió boca arriba y se ahogó en su propia sangre. No murió por la espada, ni siquiera por el puñal de su última esposa, según versión apócrifa que no considero. Se casaba con la princesa goda Ildico. La ingesta de alcohol aumenta la tensión, es claro.
  Muerte poco gloriosa tuvo, ciertamente. Si hubiera hecho como Viriato, casi cuatro siglos antes, hubiera sobrevivido al connubio que le costó la vida. Viriato, asistente al convite que ofrecía su suegro, permaneció en pie y solitario durante todo el festejo, y al considerar acabado éste, cogió a la novia y se fue. Marchó absolutamente sobrio. Atila, no. Peor fue para él. La sangre le debía bailar en todas las venas, y en alguno de los vaivenes, la presión pudo con la feble maraña arterial de la pituitaria. La sangre le encharcó todo el sistema respiratorio, y, digo yo, creería que roncaba mientras concluía existencia.
  Dos años antes, Aecio, al frente de romanos, visigodos y alanos, le había vencido en los Campos Catalaúnicos, cerca de Chalons, a mitad de camino entreParís y Luxemburgo. Y un año antes, tras entrevistarse con el Papa León I, decidió no saquear Roma. La entrevista es uno de los enigmas más oscuros de la Historia. Cuando murió el calendario dice que era el año 453 después de Cristo.
  Los que enterraron al Gran Huno fueron ejecutados para que no desvelaran el lugar de enterramiento. Ignoro si se ha descubierto ya, pero su féretro no dejará lugar a dudas: era de hierro, plata y oro, tres capas.
  Una de las curas de la hipertensión era la de hacerse sangrías, en las veces y cuándos pertinentes. Pero se ve que era el caso. Aquel año, los visigodos decidieron instalar su capital en Toledo, haciéndose –o comenzando a hacerse- hispanos. O sea que coinciden la muerte de Atila y la hispanización definitiva de los visigodos.
  Atila, de no morir entonces, se hubiera romanizado un tantico, y hubiera sido como los godos, más o menos. Claro, su romanización hubiese supuesto cierto grado de “hunización” de Roma, porque nada es gratis, ni absoluto.
 La hipertensión salvó a Occidente. O impidió un mayor grado de mestizaje oriente-occidente, según se mire. Un año después moría Aecio, ya diremos cómo. Saludos. 
© Santiago Delgado 


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Publicado 28th September 2011




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