Una curiosa historia, la que nos explica Guillermo Boto desde La Voz digital, en la que un insigne catalán fue determinante para que se restableciese la fiesta de los toros en toda España.
“Godoy había prohibido el toreo en toda España en 1805 con el absurdo argumento de que la fiesta nacional, así se llamaba el toreo desde los tiempos de Jovellanos, iba a dejar sin toros y sin caballos el agro español.”
“Godoy había prohibido el toreo en toda España en 1805 con el absurdo argumento de que la fiesta nacional, así se llamaba el toreo desde los tiempos de Jovellanos, iba a dejar sin toros y sin caballos el agro español.”
Ya durante la Guerra de Independencia, “en la batalla de Bailén se batieron con heroísmo todo un batallón de 400 garrochistas andaluces que al mando del capitán Miguel Cheriff hicieron «acoso y derribo» con los dragones franceses. Estos garrochistas y el resto de la caballería del general Castaños habían sido equipados a crédito por un patriota sito en Cádiz, don Francisco de la Iglesia y Darrac.”
Pero resulta que el generoso Darrac estaba acosado por las deudas desde aquella batalla de Bailén y decidió organizar una corrida de toros para recaudar fondos. “Y así, autorizado por la Regencia y pensando traer los toros en barco, dado el sitio a que nos tenían sometidos (a la ciudad de Cádiz), construyó la que se llamó Plaza Nacional, justo enfrente del castillo de Santa Catalina. Las corridas se iniciaron, ya sin franceses, en febrero de 1813 y muy pronto la inquina de un concejal «ilustrado» que añoraba la prohibición de Godoy le llevó denunciado nada menos que al hemiciclo de las Cortes.
Y allí ocurrió el milagro. Fue un diputado catalán, don Antonio Capmany, militar, filósofo, historiador, economista y político, padre constitucional, uno de los redactores, promotor de la libertad de prensa y sobre todo denodado luchador contra los invasores, el que defendió con ardor ante sus compañeros de la cámara la vigencia del toreo como fiesta de nuestra nación, como identidad de nuestro pueblo, consiguiendo no sólo que continuara la autorización dada a Darrac por la Regencia, sino que se revocara la «afrancesada» orden de prohibición del toreo dictada por Godoy.”
Ya lo ven: un catalán por los cuatro costados convertido en adalid de la fiesta taurina. Nada extraño para quien conoce algo de nuestra historia, aunque una gran sorpresa para los pobres catalanes adoctrinados en las madrasas de la enseñanza nacionalista para los que todo lo común a los españoles tiene que ser, por definición, una imposición española, cuando no es más que la manifestación de la profunda españolidad de los catalanes.
Concluye Boto: “Quizás Capmany, hombre de gran cultura y amplia bibliografía, conocía que la afición catalana a las corridas de toros, entonces a caballo, era ya antigua en tiempo de los reyes visigodos, hasta el punto de que el rey Sisebuto hubo de censurar a Eusebio obispo de Barcelona por su continua asistencia a las corridas.
Capmany murió en Cádiz, poco después, en la epidemia de 1813. Allí estuvo enterrado mucho tiempo, hasta que sus restos fueron trasladados con el honor que merecían a su Barcelona natal.”
Dolços i taurina Catalunya…
Créditos:
fuente: https://www.dolcacatalunya.com/ © Todos los derechos reservados 2.016
El © de las fotografías, posters y textos es exclusivamente de sus autores, propietarios o licenciatarios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario