lunes, 8 de agosto de 2016

Recursos de escritor

 

Bougereau. La Inspiración. 



A mí, eso de que “si viene la musa, que te pille trabajando”, me pareció siempre de un ingenio de receta, poco creativo. Yo siempre supe que lo que escribía lo debía en la mayoría de los casos a mi esfuerzo redactor, basado en la memoria, la ocurrencia, el ingenio, el plagio (sí, el plagio, qué pasa), la escritura mecánica o la metáfora cazada al vuelo. La metáfora se caza al vuelo. No es como las moscas, que se cazan cuando están posadas. Las metáforas mejores son las que vienen a dejarse cazar, no las que llevan radar como los murciélagos, que esquivan todos los manotazos que les lanzamos. Así que si la musa no quiere venir o llega tarde, ya sabe que estaré refocilándome con alguna de sus hermanas bastardas. Avisada está, y ya sabe que no escucharé sus llantos, siempre con letras de bolero, a base de ingratos y perjuros. Por cierto, el nivel verdadero de mi condición de escritor es el de letrista de boleros. Pero no he tenido oportunidad de hacer de tal. El mundo es “ansí”, en otra reencarnación será.
         Escribo cuando me da la gana, y en mi gana mando yo, ni siquiera la gana misma. No me ha dado pavor nunca el folio en blanco. Por cierto, a ver si vamos dejando tópicos de la era de papel, y vamos diciendo pantalla en blanco, que todos escribimos a ordenador. ¿O no? Yo tardé dos años en seguir escribiendo la forma verso a mano sobre papel, hasta que me rendí. La prosa la tecleé enseguida en pantalla, obviando el soporte papel. Y eso no quita que escribir con una buena estilográfica sobre buen papel siga siendo uno de mis mayores placeres. Lo cortés, no quita lo hernán.
         Por eso, escribo si quiero y si no quiero no escribo. Es fácil de entender. Por eso tengo ordenador en mi residencia habitual y en la casa de la playa. Y aún tengo otro portátil para los viajes. Tuve uno chico, para irme a escribir a la cafetería, pero lo regalé. Cayó en desuso notorio, y lo evacué con todos los honores. En las cafeterías prefiero llevarme un libro de poemas, y descifrar los mensajes del poeta. Como quien hace crucigramas o así. Los poetas nunca escriben claro, ni cuando escriben claro siquiera. Descifrarlos lleva tiempo. Y ocupar tiempo es lo que busco en las cafeterías. Lo que se me ocurre, lo anoto con lápiz en los márgenes, y me creo a mí mismo como muy importante. A veces luego escribo lo que he lucubrado mientras escribía en los citados márgenes, y digo que es una crítica al libro.

         La musa fue un invento romántico, que sacaron para contraponerla al escribir según reglas y mandatos académicos, que obligaban a los neoclásicos. A las musas les daba mucho asco acudir a las buhardillas putrefactas de los poetas románticos, que ni se duchaban, ni nada. Por eso, cuando llegaron los modernistas, que también funcionaban con musas, se pusieron muy contentas. Los modernistas, la mayorías, vestían bien y habitaban palacios de organdí (que no sé qué es), y jardines de reseda (que tampoco sé lo que es). Hoy, creo que sufren más con la descreencia de los postmodernos, que con los efluvios de tigre de aquellos románticos de buhardilla desahuciada. Salud.


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