viernes, 26 de diciembre de 2014

Nacida en Navidad


Nacida en Navidad

En gesto torcido me miran, y ahora
a los cuervos hambrientos
entiendo,
que tanto han graznado
mi chimenea
cuando yo, prendido, era la cárcel
en la sonrisa de otra Medea.
Hay un destello lejano
que alumbra sus oscuros
y diminutos párpados.
La ígnea semilla de Iblís los rasga,
corta y penetra.
Mi antorcha
serán tus ojos por el camino,
que el corazón ya se adentra.
¡Ah, qué dulce, si el umbral cruzara
para llevarme conmigo el tesoro de Petra!
Préstame también tu aroma
y la custodiaré
como el ave pavita de muerta.
Mas triste es mi destino,
que a la terrible Gaea,
por más dulce cuan mi ocarina suene,
despierto,
y entre dientes
me impero, ¡Escapa
sin mirar la sombra de Eurídice,
ni a uno solo de sus cabellos!
Rondando esa España que nunca tuve,
entre raídos sueños
y manos de cera,
como el navío de Eärendil,
al fin te alejas.
Deplorando el encanto de una sirena,
allende los puertos,
hacia las nubes.
Ventanucos entornados, a lo lejos
musitan entredormidos
-aquí cerca-
porque se-a-rrima el invierno
que viste de plata
-y que vimos-
con dorados en sus racimos.
Bajo plomizas cabañas
de rojos tejados
herbajan
las memorias de Schendel y Rembrandt.
La zumba del avisporro aguardan,
y un mesurado
chirriar de grillos.

 Hilario Martínez Peñafiel.-

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