"La amnistía es un acto excepcional, justificado por la razón de Estado y por la necesidad de hacer borrón y cuenta nueva de acontecimientos tan cruentos y dolorosos para un pueblo como es una guerra civil -una guerra entre hermanos- y una larga dictadura”. Podrían ser palabras entresacadas de cualquier editorial o texto de opinión de quienes hoy defienden que el juez Garzón debe dar cuenta ante el Supremo por su investigación de los crímenes de la Guerra Civil y el Franquismo. Pero son los entusiastas términos que empleó en su día, el 15 de de octubre de 1977, en la España aún pre-constitucional, el diario El País, máximo órgano de expresión de la izquierda democrática.
La “tan esperada y deseada” Ley de Amnistía de 1977, hoy en entredicho por gran parte de la izquierda española, fue acogida con un muy expresivo “al fin” por el mismo diario que hoy en día cuestiona en muchos de sus editoriales y tribunas la necesidad de reformar esa misma norma para adaptarla a la legislación internacional. Algo que esta misma semana ha planteado Izquierda Unida en el Congreso en una maniobra para intentar que los crímenes de la dictadura no prescriban nunca y puedan ser juzgados de manera que no se repitan situaciones como las que atraviesa ahora el juez Baltasar Garzón. Pero hace 30 años El País no pudo ser más claro de los que supondría esa amnistía. “La España democrática -escribía- debe, desde ahora, mirar hacia adelante, olvidar las responsabilidades y los hechos de la guerra civil, hacer abstracción de los cuarenta años de dictadura”. Y añadía, para quienes hoy manifiestan lo contrario, que “la mirada hacia el pasado sólo debe tener como propósito la reflexión sobre las causas de la catástrofe y la forma de impedir su repetición. Un pueblo ni puede ni debe carecer de memoria histórica; pero ésta debe servirle para alimentar proyectos pacíficos de convivencia hacia el futuro y no para nutrir rencores hacia el pasado”.Eran otros tiempos, sí. Años en los que se cimentó la Transición sobre las bases de la reconciliación nacional y el cierre de heridas hoy reabiertas por aquellos que quieren indagar en el pasado más atroz de nuestra historia reciente. Es más, en otro editorial del diario también de octubre de 1977 y titulado “Los límites de la amnistía”, El País añadía sobre las Fuerzas Armadas: “Aun a riesgo de herir alguna sensibilidad, pensamos que la única forma de enterrar definitivamente los fantasmas de la guerra civil es que la amnistía militar sea también total. Entre las páginas más honrosas de nuestras Fuerzas Armadas figura aquel simbólico “abrazo de Vergara” entre los generales Espartero y Maroto, que fue seguido por la incorporación, con sus grados, al ejército isabelino de los oficiales carlistas”.El papel lo aguanta todo. Pero no son pocos quienes hoy en la izquierda aborrecen de aquel “simbólico” abrazo de la Transición. También algunas de las plumas más insignes del diario de la calle Miguel Yuste, que parecen no tener memoria histórica de su propio diario. Como Rosa Montero, que este martes se preguntaba “¿por qué no se van a poder perseguir los crímenes del Franquismo?” y añadía que “la Ley de Amnistía no ampara delitos de lesa humanidad”. Parecida opinión a la expresada también muy recientemente por el inefable José María Izquierdo, a la sazón redactor jefe y subdirector de El País durante muchos años, en un artículo titulado “¡Qué apropiada su querella, amigos fascista!”. “¿No se pueden investigar en profundidad algunos de los crímenes del franquismo?” -se preguntaba-. Pues habrá que pensarse algo, y a lo mejor el muy progresista Varela podía echar una mano para retocar las leyes que hagan falta, la de Amnistía de 1977, 33 años ya, hecha a martillazos en mitad de la trabajosa transición, o la reciente de Memoria Histórica, tan reacia a trabajar la memoria como a conocer la historia. También Josep Ramoneda ha puesto en entredicho la propia amnistía en las páginas del órgano de Prisa. Ramoneda explicaba el pasado 18 de abril que la amnistía “no significaba una absolución del pasado”. “Se pactó una amnistía que protegiera a todos los potenciales protagonistas del cambio, los que venían del franquismo y los que venían de la resistencia. Pero esta amnistía no significaba una absolución del pasado. Era, simplemente, aplazar el duelo para realizarlo cuando la democracia hubiese alcanzado ya su madurez y su equilibrio”. En fin, ¿qué pensará de todo esto el gran timonel, don Juanli Cebrián? ¿Será también partidario de reformar la amnistía aquel primer director de El País que fue designado por Franco para dirigir RTVE y que aprendió el oficio de su padre, director del falangista Arriba?
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