miércoles, 11 de noviembre de 2009

EL RINCÓN DEL DIRECTOR

Antonio Martín Beaumont  
 
La prórroga de la resolución del secuestro del Alakrana es una
bomba de relojería. Así lo ha asumido el Gobierno. Y claro, en
las últimas horas, ha salido ante los focos a practicar lo que más
le gusta, la escenificación de que hace cosas. Empezando por el
jefe, Zapatero, que ha mirado hacia otro lado cuarenta días y
ahora pide "comprensión" a la labor de su Gobierno, que 
"trabaja bien y desde el primer día".

Todo en el presidente es escenificación para impedir que gane
réditos el PP. La Moncloa ha buscado la fotografía de Zapatero
con las familias de los marineros secuestrados. Pura pólvora de
rey, por supuesto. Pero que ha pillado al PP con el pie cambiado.
En definitiva, Zapatero sí ha utilizado el drama para puntuar
políticamente.

Maletines voladores, presos por rehenes y fotos con familiares
El secuestro del "Alakrana" viene como anillo al dedo para describir
la situación de un Gobierno apático.
Cuarenta días han tardado en
lanzar el mensaje de acción, acción y más acción.

De forma paralela, la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández
de la Vega, improvisaba en su despacho del Congreso de los Diputados
una reunión de la célula de crisis con los ministros de Defensa, Carme
Chacón, y de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, además del 
JEMAD, José Julio Rodríguez, y el director del CNI, Félix Sanz
Roldán.
Un intento más de tapar el gran fiasco en materia de
coordinación gubernamental.

Claro que la opinión pública quiere menos fotos y más resultados
después de tantas semanas de incertidumbre.
Los errores del
Gobierno en la gestión de este drama han conducido a que los
ciudadanos en lugar de contra los piratas vuelvan su mirada
contra el Ejecutivo.
De entrada, sólo cabe interpretar como
contradictorio el hecho de que el Gobierno pusiese en marcha
todo el dispositivo para trasladar a España a dos piratas capturados
y ahora puedan ser finalmente devueltos a su país inventándose
razonamientos jurídicos de rara validez. Hacer una cosa y semanas
más tarde la contraria, en primer lugar, echa por tierra la imagen
del Estado, además, permite, incluso, a un personaje como el
ministro de Exteriores de Somalia sacar los colores a nuestro
país reprochando -con razón además- que una democracia negocie,
con piratas, presos a cambio de rehenes.

Y, por el mismo precio, también nos quedamos con el tupido
velo sobre otra cuestión que cuenta con la comprensión de una
ciudadanía –digamos- adormecida: La solución diplomática.
Esto es, el pago del rescate. El recurso al maletín, plegarse a
las exigencias de los secuestradores, supone un diabólico aliento
para los piratas a actuar nuevamente y rompe con la política de
firmeza de España contra el terrorismo de años y años. Así es.
Por más que la mayoría de españoles no desee indagar en la
trastienda de las negociaciones con los piratas, siempre y cuando
la tripulación del Alakrana vuelva a casa. De todas maneras, una
claudicación con todas las letras. El fin justifica los medios.

¿Les suena?

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