Bien, pues
Pongamos que era 1274. Alfonso, con su corte va de Burgos a Palencia, para en Pampliega, y allí se acuerda de que está enterrado nada menos que el Rey Visigodo Wamba. Ya su padre, Fernando III el Santo (de quien la historiografía cristiana nos ha ocultado que era bizco), había determinado que se tapiase la puerta a cuyos pies estaba enterrado el bravo rey germano de hispanos, y se abriese otra que respetase el regio descanso eterno. Wamba murió en el monasterio de Pampliega, a donde se retiró luego de la conspiración de Ervigio, su sucesor. Lo contamos. Ervigio le dio a beber una pócima, ¿esparteína?, durmióse sin pulso, y lo tonsuraron, a fin de que entrara en el Cielo como clérigo. Rey fraile, rey apartado a Monasterio. Bueno, pues cuando murió, se le enterró en el umbral mismo de la puerta, según rito y costumbre de humildad eterna: pisado por los pecadores día tras día.
Alfonso X hizo algo más por el viejo Wamba: trasladó sus restos a Toledo, la ciudad desde la que reinó en la península y fuera de ella, ya que La Septimania, Francia sureste, era visigoda entonces.
Podemos decir que Carlos V devolvió a nuestro Alfonso X
Carlos Delgado
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ResponderEliminarLook into my page; Vapor Pens