jueves, 10 de septiembre de 2009

UN BEL MORIRE…

7, Septiembre, 2009



Retomo esta frase de Petrarca para título de un cuento mío, e indago en el verso al completo del que lo he extraído. Se trata del final de una estrofa de una larga canción, cómo no, dedicada a Laura. Google me ayuda a encontrar el texto entero. Y tras ver tres traducciones de la estrofa, encuentro que ninguna me satisface, y decido hacer la mía. La mía, que no es una traducción, sino una traslación, algo de mucho más amplio sentido filológico.
El verso entero reza: "Ch´un bel morir tutta una vita onora", en toscano antiguo de Petrarca. Lo primero que me encuentro es la brutal elipsis continuada del poeta italiano. Reminiscencia sin duda de aquel trovar clus de los provenzales, de los cuales él proviene, de cerca o de lejos. Y concluyo que mi versión eludirá las elipsis. Antes al contrario, las esclarecerá. Lo escribiré –me dije- en un estilo llano, extenso, fluido; a la manera moderna de la poesía española. O de una tendencia de la moderna poesía española.
El resultado me ha placido lo suficiente como para traerlo al blog. Petrarca significa como un vivir sin honor, vivir cantando la continua queja del desdén de Laura. Ahora bien, si consigue morir de amor, traspasado por la flecha de Cupido, sin emitir lamento alguno de dolor… entonces, habrá restañado toda una vida de sollozo amatorio.
Ahora bien, los poetas, los autores, no son dueños de la fortuna que adquieren sus escritos, parciales o completos. La frase
Un bel morir tutta una vita onora ha servido para explicar muchas actuaciones que distan mucho de aparecer en el contexto en que Petrarca la utilizó. Por eso son clásicos. La fortuna dispuso de sus escritos, mucho más allá de sus intenciones. Por ejemplo, mi cuento. Una cosa que se pensaba de cuatro o cinco folios, y resultó de veinticinco.
He aquí lo escrito por Petrarca. Reconozco que no sé si la hache de honora fue escrita por el poeta o es añadidura de otros.


Chi nol sa di ch’io vivo, et vissi sempre,
dal dí che ‘n prima que’ belli occhi vidi,
che mi fecer cangiar vita et costume?
Per cercar terra et mar da tutti lidi,
chi pò saver tutte l’umane tempre?
L’un vive, ecco, d’odor, là sul gran fiume;
io qui di foco et lume
queto i frali et famelici miei spirti.
Amor, et vo’ ben dirti,
disconvensi a signor l’esser sí parco.
Tu ài li strali et l’arco:
fa’ di tua man, non pur bramand’io mora,
ch’un bel morir tutta la vita honora.


He aquí mi versión:

Nadie podrá saber de qué me he mantenido,
desde aquella vez que sus ojos viera,
que me hicieron cambiar vida y costumbres.
Aunque se busque por toda la Tierra,
¿quién puede saberlo todo de todos los hombres…?
Algunos hay, incluso, alguna vez leyera,
que se alimentan tan sólo de los aromáticos efluvios,
del gran río que habitan en su ribera.
Más raro yo, que de fuego y lumbre transcurso,
y que hago ayunar, sin amor, a mi hambriento espíritu,
para darle a comer, piadoso, el hielo que calma
[hoguera…
Amor, escucha lo que quiero decirte:
deja ya de ser tan cruel y avaro conmigo.
Tú posees el arco y las flechas.
¡Dame con tu propia mano la muerte,
sin que yo quejándome a gritos muera,
que un morir hermoso, puede honrar la vida entera!


©Santiago Delgado






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