martes, 26 de mayo de 2009

Ayer fue en Madrid





May 25th, 2009 por Javier Cuchí

De la serie: Correo ordinario

Bueno pues sí, tal como estaba previsto, ayer estuve en Madrid con mis compañeros de la Asociación de Internautas y con muchísimos otros que, no menos compañeros, no pertenecen a la AI. Y ni falta que hace. Sería bueno que pertenecieran a ella, pero no es lo más importante: cuando se va en el mismo tren da igual qué asiento se ocupe.

¿Cifras de asistencia? No me voy a meter en esas guerras tontas. Simplemente, la pura y constatable realidad: la plaza estaba llena como un huevo. Ni se cumplieron nuestros sueños febriles (miles y más miles de personas atestando lo que suele llamarse calles adyacentes) ni las pesadillas causantes de nuestros insomnios en estas últimas semanas (el pasotismo total ante la convocatoria): simplemente hubo -que no fue poco- lo que racionalmente estaba previsto que hubiera. Aquí tenéis crónicas y reportajes gráficos diversos. Obtened vuestras propias conclusiones.

Ahora mis impresiones. Mías, personales, independientes e intransferibles. No es una crónica: ya os he puesto un enlace a varias de ellas.

En primer lugar, y esto es importante, se ha roto una tendencia. Se daba siempre y sistemáticamente por sentado que era imposible lograr que los internautas bajáramos a la calle. Bueno, pues no. No es imposible: cuando menos, no lo es sistemáticamente. Ayer quedó demostrado. Lo que hace falta es que haya motivación para ello y parece que va habiéndola y eso no es del todo mérito nuestro, de la AI; en la AI nos limitamos a convocar y a organizar, poniendo nuestro empeño en hacerlo todo lo mejor que hemos sabido. El mérito es del enemigo: el mérito es del apropiacionismo, el mérito es de los liberticidas, el mérito es de unos políticos entregados a los bajos intereses de minorías privilegiadas. De ellos es verdaderamente el mérito porque son ellos los que van haciendo que aumente a cada día que pasa, a cada despropósito que cometen, a cada liberticidio que intentan, a cada abominación que practican, la ira de los ciudadanos. A partir de ahora, ya no estarán tranquilos en ningún lugar de la geografía española (ni, a poco que podamos, europea): el maleficio se ha roto y el próximo objetivo no es que haya agua en el cauce sino desbordarlo. A partir de ahora tiene que haber convocatorias en todas las ciudades, en todos los momentos y por todos los motivos (desgraciadamente, hay muchísimos). Y si ayer llenamos una pequeña placita madrileña, ya tenemos vía libre para conseguir (no nosotros, no la AI, sino todos) que en un año, en dos a lo sumo, las riadas sean apabullantes y constantes.

En segundo lugar, una triste constatación: la media de edad de la gente que estaba ayer en la plaza del Rey era alta. No es que no hubiera jóvenes: los había, como también había personas mayores, pero predominaba ampliamente la generación de los que teníamos entre diecimuchos y veintitantos años cuando cascó Paco El Invicto; los jóvenes de la transición, como muchos dirían, con cierta propiedad. Y ello me lleva a preguntarme: ¿qué han hecho con nuestra juventud? ¿En qué han convertido a nuestros jóvenes de hoy los jóvenes de la oposición antifranquista, los hermanos mayores de los de la transición? ¿En qué se convirtieron ellos cuando tomaron el poder? Desactivaron la Universidad -a cuyos pechos se habían criado ellos… Bueno, claro, habían conocido la potencia de una generación universitaria rebelde y se aplicaron a no acabar viéndose obligados a beber de su propia medicina… como de buen seguro hoy beberían amargamente. Coparon las cátedras, coparon la cultura (ahí los tienes hoy, apretaditos en la $GAE y en esas tristes y cutres academias estrambóticas de presuntas reminiscencias hoolliwodienses en versión Villacagarro), coparon la judicatura, coparon, claro, el gobierno y, simplemente, convirtieron la democracia en un patético sucedáneo de formas huecas. Una vez les aprovechó a ellos, los que vengan detrás que arreen y que les den por el culo.

Por si la lucha contra el apropiacionismo y contra los liberticidas no fuese lo suficientemente dura, tendremos que añadir también, sobre ella y en ella, la lucha contra la abulia juvenil. Han reducido a nuestros jóvenes a simples masas de consumidores, a planos apetentes de coche y pisito como máximo logro en esta vida; han dejado a nuestros jóvenes sin causa, los han convencido de que fuera del Sistema no hay futuro y lo único que les ha salido mal es que esa filosofía ha llevado a los chavales a la descarga masiva por simple bulimia consumista, sin la menor consciencia del ejercicio de un derecho. Evidentemente, uno no defiende aquello que no es consciente de poseer, en eso los han vencido y nos han vencido a todos. Por eso es necesario que trabajemos más ese ámbito.

Y, por lo demás, en el plano personal, un gran cúmulo de pequeñas -y no tan pequeñas- satisfacciones. Por ejemplo, he podido conocer personalmente, dar la mano, una palmada en la espalda, a unos cuantos de mis bravos, de mis lectores habituales ya conocidos. Y lo que es más grande: he conocido a cantidad de lectores de cuya existencia no tenía constancia. Un buen puñado de personas a las que no conocía, vinieron a saludarme presentándose como lectores habituales -y satisfechísimos- de «El Incordio». ¡Ah! Cosas como estas dan años de vida. No a mí (bueno, espero que a mí también) sino a la bitácora. Y ya que hablo de esto, quisiera pedirles perdón si a algunos les he parecido quizá algo hosco o seco: no era endiosamiento, era, por una parte, sorpresa y, por la otra, que estaba pendiente de los preparativos del acto a los que estaba contribuyendo (llegué a Madrid a las diez menos cuarto de la mañana, después de haber tomado el AVE a las siete… habiéndome acostado -también por razones de servicio, pero en otro ámbito- bien pasada la una de la madrugada; dejo a vuestra imaginación y cálculo las horas que dormí esa noche).

Comida con los compañeros y amigos y, prácticamente a continuación, AVE de vuelta a casa. Me acosté cansado como un burro, pero feliz. La convocatoria del domingo había sido una apuesta de altísimo riesgo y nos habíamos desenvuelto de primera.

Ya lo anunció Víctor: habrá más. Ahora que sabemos que se puede, entendemos que se debe. Hemos ocupado la red. Ahora tenemos que ocupar las calles y tenemos que trabajar todos sobre ello. Todos. Los que somos de la Asociación de Internautas y los que no sois de la Asociación de Internautas. En esta cuestión no importa qué carnet lleve cada cual en el bolsillo. ¡Oh, perdón! Sí, hay un carnet que sí importa y mucho. El carnet de identidad. El que implícitamente nos identifica como ciudadanos de un país libre.

Tenemos que luchar -y muy duro- para que siga siéndolo.

fuente: http://www.elincordio.com

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