lunes, 23 de marzo de 2009

Hoy sí, mañana tampoco

Bueno, ahora no resulta que no nos vamos de Serbia. Sí, sigo considerando que Kosovo es parte de Serbia a pesar de que se lo hayamos robado con alevosía, nocturnidad y ensañamiento. Pero no creo que esto quede así por los siglos de los siglos. Los serbios ya dieron una lección de resistencia en ambas guerras mundiales. Resistencia de verdad, de monte y fusil; no como la resistencia de cabaret de los franceses. No olvidemos que en la segunda guerra mundial Josip Broz “Tito”, aún siendo de origen croata, formo las fuerzas partisanas antinazis con yugoslavos de origen serbio en su mayor parte. Los croatas, por el contrario, eran mayoritariamente proalemanes. El gobierno Ustacha de Ante Pavelic era aliado de los nazis y colaboró activamente con ellos. En cuanto al resto de los pueblos balcánicos, baste señalar que Himmler formó con voluntarios musulmanes bosnio-croatas y albaneses dos divisiones de las Waffen SS: la 13ª Division “Handschar” y la 21ª Division “Skanderberg”. Ambas fueron utilizadas en la lucha antipartisana en los Balcanes y cometieron terribles atrocidades contra la población Serbia. Los alemanes no olvidaron la ayuda y, tras la reunificación de este país, se convirtieron en los principales valedores de la independencia de Croacia y Eslovenia contribuyendo así desmembración de Yugoslavia. Así pues, conviene ser cautos a la hora de atribuir a los Serbios en exclusiva el papel de malos de la película.
Pocos años después, en 1999, el ejercito español participó en los bombardeos de la OTAN sobre Serbia y en la posterior ocupación de la región de Kosovo. En aquella ocasión no hubo manifestación del “no a la guerra” liderada por ricos de izquierdas. No hubo dudas. Los del UCK eran guerrilleros al servicio de la libertad (como los talibanes en los 80) y Serbia era culpable y se merecía lo que le estaba pasando. Y luego nos sorprendemos cuando los medios de comunicación anglosajones llaman a grupo separatista a ETA.
¿Para que fuimos allí? Principalmente para hacer de mamporreros de los EEUU. Algo que llevamos haciendo con singular denuedo desde nuestra entrada en la OTAN. Por aquel entonces Clinton necesitaba algo que hiciese olvidar el asunto Lewinsky y se le ocurrió la idea de aparecer como defensor de los albaneses. Al gran estadista del bigote, nuestro genial líder en aquellos momentos, le falto tiempo para subirse al carro y no se le ocurrió otra cosa que llevar nuestras tropas a colaborar en el ataque de la OTAN sobre Yugoslavia y en la ocupación de Kosovo. Contribuimos así a ayudar al terrorismo albanés a lograr su objetivo final: la independencia de Kosovo y la expulsión de los serbios del territorio. Vamos que, como no teníamos suficientes problemas secesionistas aquí, fuimos a ver si podíamos fomentar (que no solucionar) un poco los de fuera. Puedo entender que a los americanos, además de las razones personales de Clinton, les moviesen intereses estratégicos. Al fin y al cabo, debilitaban a Serbia, la hermana eslava de Rusia. Pero nosotros, ¿qué coño pintábamos allí?

Y en esas estamos cuando en 2008 los albaneses de Kosovo declaran su independencia de Serbia (independencia de iure, ya que la independencia de facto la tenían desde el 1999). La mayor parte de los países europeos, con mucha preocupación por el ahora y muy poco sentido de la responsabilidad histórica, se apresuran a reconocer la independencia de esta “nación” artificial. Como siempre, la única ley que se aplica es la ley del embudo: si en vez de Kosovo estuviésemos hablando de Corcega o de Escocia...

Por el contrario, España, no caracterizada precisamente por su costumbre de tomar decisiones acertadas en política internacional, se muestra en esta ocasión más cauta que sus vecinos y no reconoce el nuevo estado. Ello nos lleva a una situación cuanto menos extraña: durante un año mantenemos tropas apoyando la independencia de un país que no reconocemos como tal. El momento para retirar los soldados hubiese sido el momento en el que los albaneses de Kosovo declaran su independencia de Serbia. En aquel instante se tenía que haber comunicado a la OTAN que, dadas las circunstancias, España optaba por retirar sus fuerzas armadas. Se podía haber hecho de manera gradual y hoy, un año después, no habría tropas españolas en el territorio. De este modo se habría evitado también, en lo posible, el desencuentro con el resto de países que tienen soldados en la región.

Pero lo que le gusta al gobierno son los golpes de efecto que den votos. En lugar de hacer las cosas de manera razonable en los centros de discusión y decisión habilitados al efecto, lo mejor es que la ministra pacifista vaya allí y de la noticia acaparando las portadas de los periódicos.¿Qué pasa después? Pues pasa que los americanos, a quienes no les gusta que nadie se salga del redil, se cabrean. Y como ahora ya no está Bush, ya no es rentable electoralmente estar a las malas con ellos. Y entonces Zapatero se la envaina y envia a Bernardino León a convencer a los americanos de que quizá si pero tal vez no y de que nos vamos pero sin prisa, como si no nos fuéramos. No se si los americanos se dejaran convencer, pero a los españoles el PSOE ya nos coló un trágala muy parecido con el “OTAN de entrada NO”

Leido en:http://www.espanalibertadynacion.blogspot.com/

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